No quiero ir, no quiero que me alejen, no puedo gritar la voz no sale[Aidan S. Boulet]

La voz del hombre que tenía ante mí se clavaba en mi cerebro al mismo tiempo que la grabadora hacía su función de recoger toda la información que era transmitida, cuando una pregunta surge de boca del profesor, pregunta en la cual mi mano se alza al instante y es que se la respuesta de forma clara. -El derecho privado es la rama del derecho que se ocupa preferentemente de las relaciones entre particulares, frente al derecho público, en donde se sitúan las normas que presiden las relaciones de los ciudadanos con los poderes públicos y de los poderes públicos entre sí. - digo de forma clara y precisa al tiempo que en mis labios se clava una sonrisa.

-Muy bien señorita Belli- cuando escucho esas palabras no puedo evitar que mis mejillas quemen y es que adoro como suena ese Belli, adoro no tener que usar ese apellido que correspondía a mí padre, adoro que me miren como si fuese una chica normal y no la hija de un asesino, las horas transcurren y solo puedo desear que la clase no acabe, me gusta estar en clase ya que así puedo ser yo, ese yo que me gusta ser, odio que cuando la puerta se abre y observar como el teléfono se ilumina marcando ese número, no necesito guardarle para saber a quien pertenece como tampoco le necesito cerca.

Entre esos pensamientos la clase llega a su fin y un suspiro se escapa de mis labios un suspiro lleno de molestia y es que no tengo muchas ganas de salir y que la realidad, la molesta realidad choque contra mí, realidad de la cual intento escapar de cualquier forma. Observo como muchos alumnos salen despavoridos, al contrario que yo que me tomo mi tiempo, pulso el botón de parada de la grabadora, recojo cada apunte, cada libro al tiempo que solo puedo pensar en las palabras que surgen de los estudiantes que se marchan, si bien es cierto que nadie me teme, siento como todos hacen una vida en la cual yo no entro, aunque no se si me importa.

Al fin termino de recoger y mis pies se alejan de la clase al tiempo que mi mente navega en la nada, una leve sonrisa se mece en mis labios, cuando una canción se cuela a mi mente, mis labios se mueven con lentitud tarareando dicha canción. No tardo mucho en salir de allí y del campus en dirección al trabajo, mis pies se mueven, mis ojos buscan un taxi, pero no encuentro a nadie que me pueda llevar y nuevamente encamino mis pasos intentando llegar andando, el teléfono vibra en mi bolsillo y con un gruñido le saco sin molestarme en leer el identificador. –Caterina-grita la persona que se encuentra al otro lado de la línea, un bufido molesto surge de mis labios al identificar esa llamada.- Figlia Caterina me, ascoltate attentamente ... (Caterina hija soy yo, escucha con atención)-

-Non ti sento, io non sono tua figlia ... io non voglio essere (No escucha tú, no soy tú hija, no quiero serlo)- dije enfadada, aunque si bien es cierto que las ultimas palabras no sonaban del todo seguras. – E ora mi chiedo non si domanda che mi chiama di nuovo non lo faccio ... (Y ahora te pido, no te exijo que no vuelvas a llamarme yo no)-

-Stai zitto e ascolta (Cállate y escucha)- ruge como un león y mi voz cesa y el ceño se frunce mis pies frenan, gruño molesta un di lo que tengas que decir, pero no dice nada y no quiero seguir esperando.


- Io appendo (Voy a colgar).-anuncie antes de hacer lo dicho, cuando vuelvo a guardar el teléfono este vuelve a vibrar, pero nuevamente lo ignoro, no dispuesta a ceder a sus exigencias, no deseaba hacerlo.

No he tardado mucho en llegar a las calles que me aproxima a mi lugar de trabajo, cuando nuevamente el móvil vibra en mi bolsillo un bufido cargado de molestia surge en mis labios, dispuesta nuevamente a contestar, pero un ruido me alerta y mi ceño se frunce ligeramente, observo a mi alrededor y contemplo que no me queda mucho para llegar al local, pero ese ruido me había echo alertarme y más las llamadas de mi padre, decido ignorar el ruido, pero no ignoro como una mirada se clava en mí y mis pies se mueven rápido intentando alejarme de esa sensación que siento, pero el ruido de alguien acercándose hace que mi cuerpo tiemble, nuevamente me alejo y busco un lugar en el cual ocultarme, cuando lo hago espero que el ruido no se acerque. El nuevamente mi teléfono vibra en mi bolsillo y un leve gritito se escapa de mis labios, mi vista se alza, no hay nadie. –Figlia sono in pericolo (Hija estas en peligro)- cuando esa voz escapa de sus labios mi cuerpo tiembla y mis ojos se llenan de lagrimas. –Tesoro, mi dispiace, è colpa mia (Cariño lo siento mucho, esto es culpa mía.)-

Que podía hacer ahora, que podía hacer mi vista se alza nuevamente y observo como la persona en cuestión pasa, no me ha visto y un suspiro de alivio se escapa de mis labios, necesito escapar, necesito llegar a un lugar donde pueda estar a salvo. –C'è qualcuno qui con me, qualcuno....(hay alguien aquí conmigo, alguien)-susurro levemente asustada. –Papá...-  pero un nuevo ruido más cerca me alerta y temo que darán conmigo. Mi mente busca una salida, pero nada lo traza, nada sale y algo surge si van a dar conmigo solo debo ser más lista, pero mi mente no le da tiempo a trazar un plan cuando siento a alguien ya a mi lado y mi cuerpo tiembla, mis pies se alzan y espero poder ser más rápida, pero se que no lo seré mi cuerpo choca contra el suelo y mis ojos se cierran, el cansancio me llega.

No se cuanto tiempo he permanecido dormida, no se cuanto tiempo mis ojos han estado cerrados, pero cuando los abro, mis manos se ven sometidas a una ataduras, mis ojos cubiertos y solo siento las voces de fondo, voces que me concentro en escuchar. –La gatita ha despertado- dice una de las voces, intento buscar el origen, buscar un acento, pero mi cabeza da vueltas y me duele, mis ojos vuelven a cerrarse y las horas pasan, no se cuanto tiempo tardo en volver abrirlos, solo se que el lugar ha cambiado.

Mis ojos ya no están cubiertos y busco algo, busco en el lugar una forma de escapar, mis manos siguen atadas y las muevo intentando escapar, intentando zafarme de las ataduras, pero solo consigo que un leve gemido se escape de mis labios

Ese era el día. El día en que los planes de Aidan comenzarían a funcionar, el día en el cuál comenzaría su muy lenta venganza y ni bien eso sucediera, ya nada ni nadie podría detenerlo. Había esperado más de 6 meses desde el asesinato de su padre, había dejado que su cuerpo y su mente acumulasen la rabia necesaria, el odio que necesitaba para poder planear el plan que lo llevaría a la completa satisfacción de haber vengado la muerte de su padre. Era él ahora quién se ocupaba de sus negocios, quién estaba al mando de un grupo de personas dedicadas al tráfico muy poderosos y reconocidos en el ambiente, quería limpiar la reputación de su padre entre esas personas, mostrar que si se metían con un Boulet entonces estaban muertos y que nadie podría salvarlos. Se había tomado el tiempo para pensar, idear y establecer las líneas de seguimiento perfectas para no fallar, no tenía en mente volar de un tiro al hombre porque eso sería demasiado sencillo para él, y Aidan estaba dispuesto a hacer que pagase una por una sin piedad.

No le gustaba lo sencillo, prefería meterse en asuntos más complejos, que implicasen más dolor, llevar a sus enemigos a suplicar por sus vidas, a arrastrarse pidiendo por favor que los perdonara, esa era su forma de accionar. Si bien la mayor parte del tiempo se mostraba tranquilo y calmo, todo cambiaba si alguien se metía con él o con su familia y mucho más si buscaban perjudicarlos a nivel físico o mental. Y en este caso las cosas habían sido tan extremas que habían culminado en un asesinato, el cuál ahora estaba más que dispuesto a hacer pagar. Había vigilado durante varias semanas a la joven Belli, sabía sus horarios, sus costumbres, cuando entraba y salía de su casa y a qué lugares iba. Una investigación detallada para saber también que su padre daría todo por ella, y Aidan no quería pedirle nada, solo deseaba ver su rostro de sufrimiento antes de pegarle un tiro en la cabeza a la chica y luego a él. Pero todo iría de a poco, primero, se encargaría de hacerle pasar las peores semanas de su vida.

No le importaba si la chica tenía algo que ver o no, no le interesaba si ella sufría o no, su mente estaba centrada exclusivamente en torturar a ese hombre, tomar lo más preciado que tenía y con esta joven tenía casi todo ganado. No era fácil llevar a cabo un secuestro, había entrenado a sus mejores hombres para que fuesen cuidadosos pero Belli tenía a los suyos, y perteneciente a una mafia también poderosa mantenía muy vigilada a su hija; son embargo eso no fue motivo para que se llevase a cabo el plan. Sentado en la oscura casa que había conseguido en el barrio polaco con unos contactos, la cuál estaba lo suficientemente escondida para que nadie sospechase que podían estar ahí; sacó el móvil de su bolsillo tras la vibración del mismo y atendió. -Ya la tenemos- la voz sonó desde el otro lado clara y segura; ni siquiera respondió, con una sonrisa de satisfacción en su rostro volvió a guardar el móvil y esperó en el lugar.

Ventanas y puertas estaban cubiertas de gruesa madera y grandes cortinas oscuras, dando el aspecto de casa abandonada, justo lo que necesitaba para tener a la chica cautiva. Cuando la misma llegó se encontraba inconsciente, la colocaron sobre uno de los sofás repletos de polvo y una sábana vieja para esperar a que despertara. Aidan no tenía nada planeado para la chica a no ser asustarla un poco, pero se encargaría de que la misma pasase mal para poder torturar a su querido padre. Uno de sus hombres habló y sus ojos se dirigieron hacia la muchacha algo sedada que yacía en el sofá, quién se removió con algo de molestia debido a la inmovilidad de su cuerpo proporcionada por las sogas que ataban manos y pies, poca seguridad pues entre unos 5 hombres difícilmente ella escapase. Aidan se acercó a ella quitándole la venda que le habían colocado. -Es igual al infeliz de su padre, esto me inspirará un poco más- dijo con una satisfecha voz observando a la ya despierta chica. -Buenos días, ¿Qué tal la siesta?- preguntó con ironía y una sonrisa en su rostro. El juego acababa de comenzar.

Mis pies se mueven por los rincones del hermoso jardín, a un paso de mí se encuentra esos dos hombres que siempre nos acompañan, mi cuerpo tropieza levemente, pero se ve parado por el hombre alto y rubio y una leve sonrisa se cuela en mis labios, al tiempo que mis mejillas se calientan de forma incesante.

- Sei perdere bene? (¿Está bien señorita?)- dice este mi ceño se frunce ligeramente, debido al trato recibido que no me gustaba nada, pero la sonrisa que este me dedica hace que ese ceño se desfrunza y sonría sin remedio.

Mi cuerpo vuelve a la postura original, un susurro en el que le doy las gracias se escapa de mis labios y el asiente, para que luego mis pies se alejen corriendo, pero mi cuerpo se detiene levemente cuando mis ojos dan con algo, me agacho levemente y sonrió, cuando siento a esos hombres cerca les dedico esa brillante sonrisa. Mi vista se alza cuando veo a mi padre a mi lado. -Papà guarda cosa ho trovato (Papá mira lo que he encontrado)- grite emocionada al tiempo que alzaba una florecilla, los ojos de mi padre se clavan en la hermosa flor y luego en mí. -E 'per la mamma ti piace? (Es para mamá ¿te gusta?)-

La sonrisa de mi padre ocupa su rostro y asiente. -Certo che mi piace e mia mamma piacerà (Claro que me gusta y a mamá también le gustará)- dice este con esa dulce sonrisa que tanto adoraba, esa sonrisa que me decía que todo iría bien. Mi cuerpo se encuentra con el de mi padre y me refugio en su protección.


Mis ojos se abren levemente, extrañamente me he visto envuelta por un hermoso sueño o recuerdo, que más daba el caso es que no había sentido como era atrapada bajo la presión de un recuerdo lleno de oscuridad y miedo. Pero ese miedo nace nuevamente al recordar donde me encuentro, siento como la lengua se pega haciendo imposible que la voz salga.

La tela que cubre mis ojos se aleja y no puedo evitar que un leve temblor me sacuda cuando mis ojos observan donde me encuentro, no es mi habitación ni siquiera conozco este horrible lugar, solo se que lo único que habita en este lugar es algo que odiaba, la horrible oscuridad, no me gustaba, los sitios oscuros y este lugar lleno de sombras me impedía alejarme de donde me encontraba, sombras que tomaron la forma de los hombres, unos que no había visto nunca y que muy pronto asocie a eso que se suponía que era culpa de mi padre.

Esos cinco hombres que tengo ante mí se clavan en mi retina y de esta a mi cerebro como en un tiempo lo hicieron los que mataron a mi madre. Una sonrisa triste nada en mis labios y es que de que sirve tener su imagen, cuando dudo que pueda salir de esta, quizás mi padre me salve a tiempo, quizás lo haga como lo hizo hace ya mucho tiempo, pero era algo que también dudaba, pero no pensaba rendirme no cuando eso podía significar una gran diferencia entre la vida y la muerte.

Escucho las palabras del hombre y aunque esa parte infantil, esa parte de hormonas revueltas le ve atractivo, la otra no duda en temerle, ignoro su primer comentario y es que era algo de lo que siempre había intentado escapar ese parecido que decían guardaba con mi padre, ese asqueroso parecido que ahora me había traído a esta situación, no. Negué levemente no era el parecido, era su trabajo, algo que odiaba y que deseaba no saber pero sabía. Ese leve parecido que tenía con mi padre se cuela en mis labios haciendo que una sonrisa falsa se cruce en mis labios, al tiempo que mi mirada se alza y el orgullo nazca. -Mi padre te hará picadillo- gruño de forma altiva, pero no puedo evitar que una maldición se escapa de mis labios, una maldición en italiano cuando se dirigió de esa forma, un tanto irónica y otro tanto burlona a mí -Un poco incomoda si me sueltas sería mejor- dije sacando un valor escondido de alguna parte.

Aidan se había ocupado de que la casa se encontrase bloqueada, no solo por la gran cantidad de maderas clavadas en los ventanales además de las sucias y oscuras cortinas sino por los hombres que había colocado en toda la manzana vigilando que nadie se acercara. Sabía que tener secuestrada a la hija de un mafioso era meterse en líos importantes y era eso justamente lo que él quería conseguir. Ese hombre no escaparía vivo de sus manos pero primero, le daría una buena dosis de dolor, angustia y tristeza; le mostraría con quién se había metido y los motivos por los cuales debería haber pensando muy bien antes de matar a su padre. Vida se cobra con vida, pensamiento que el joven llevaba dentro si se metían con sus seres queridos; más allá de los negocios mal hechos que hubiesen existido entre su padre y ese infeliz, Aidan iba a vengar su muerte sin cuestionar absolutamente nada y una vez que acabara, se sentiría totalmente satisfecho por haber cumplido con su mayor deseo.

No había tiempo para sentimentalismos, ni para ver a la joven con pena. Bien sabía él que ella no tenía mucho que ver en el asunto por la corta edad que parecía acarrear y porque ningún padre metería a su hija mujer en asuntos de la mafia, era un código que se mantenía con bastante rectitud en ese ambiente, la protección de la familia, especialmente de las mujeres, esposa e hijas era algo con lo cuál los traficantes no bromeaban. La joven abrió finalmente sus ojos tras haberle quitado la venda; poco se veía en la habitación, solo el rastro de luz que ingresaba por las rendijas de la ventana y de la puerta, lo suficiente para poder observar con bastante nitidez rostros y los pocos muebles cubiertos por sábanas de la habitación. El aroma a humedad envolvía cada rincón, la casa había estado abandonada el suficiente tiempo como para que sobre las paredes se formasen grandes manchas marrones y el piso y muebles estuviesen cubiertos de polvo; un lugar en el cuál Aidan jamás estaría pero el perfecto sitio para esconder a alguien.

Una molesta voz salió de sus labios y el castaño se echó a reír con ganas. Si la chica supiera que con simplemente presionar el gatillo del arma que llevaba en sus pantalones dejaría de existir, quizá no le hablaría de esa manera pero como sus planes habían salido bien, estaba de buen humor y eso era una suerte para ella. -Lo intentará cariño, cuando vea como torturo a su pequeña hijita- le respondió sin quitar la sonrisa. -Como me encuentro de buen humor te dejaré elegir lo primero que te haré...- comenzó caminando por la sala con tranquilidad mientras el resto de sus hombres se mantenían alerta en todo momento pues nunca se sabía lo que podía suceder. -Que estés incómoda es justamente lo que quiero, así que cierra la boca y habla cuando te lo pida- le respondió con seriedad antes de continuar su lenta caminata volviendo a centrar su vista una vez más en ella.

-¿Que prefieres primero, que corte un dedo de tu mano o del pie?- preguntó con una morbosa sonrisa cruzando su rostro. -Quería hacerle un obsequio a tu padre, probablemente deba extrañarte, ¿Qué te parece si le enviamos algo para que te recuerde? y te estoy dejando elegir, así que piensa bien que le gustará a papá- le dijo manteniendo sus sonrisa. No iba a cotar ninguna parte del cuerpo de la chica de momento, pero comenzaría a desequilibrarla mentalmente, quería verla sufrir y no le importaba a que extremo debía llegar para que eso sucediera.