Negocios [Killian]

La tarde comenzaba a caer. Aidan culminó con su trabajo en la empresa y salió de la misma no sin antes haberse cerciorado de que todo estaba listo para las reuniones del día siguiente. Había mucho por hacer, pero tomaría las cosas de a una y se dedicaría el resto del poco día que quedaba y la noche a descansar como correspondía; tomaba su trabajo en serio pero también aspiraba a el descanso para que su mente se mantuviese lúcida y relajada, así, era la mejor manera de poder avanzar y alcanzar lo que se proponía. Sabiendo que si se sofocaba con tanto trabajo solo lograba algún que otro dolor de cabeza y que tenía a su disposición a varios empleados tanto en el ámbito empresarial como en el tráfico, bastaba con saber liderar ambos lugares de una manera equilibrada y tomarse tiempo para él mismo. No por esto era de los que se mantenían al margen de lo que sucedía y dejaba que otros trabajaran por él, sino todo lo contrario, participaba activamente de todo, más aún después de la muerte de su padre. El legado que éste le había dejado suponía una pesada carga de la que se encargaba desde hacía poco más de medio año habiendo aprendido el arte del oficio a muy temprana edad y actuando con seguridad ante todo si la situación así lo requería.

Esa tarde había quedado con su mano derecha, su amigo. Una de las pocas personas en las cuales confiaba sobre todo dentro de la mafia, alguien en quién podía apoyarse en caso de no encontrar tiempo para realizar algunas cuestiones y quién dirigía todo con la eficacia que éste podía hacerlo. Dirigiéndose hacia el estacionamiento, entró en su automóvil y procedió a salir de las instalaciones de lo que hoy en día era una reconocida e importante empresa. Los asuntos ilegales jamás le habían traído grandes problemas a nivel laboral; sabía manejarse con reserva y discreción manteniendo una reputación intachable ante la sociedad y a la vez actuando como le había prometido a su padre. Su familia era lo único que le quedaba tras el inesperado suceso y se encargaba de protegerla a costas de lo que sea y sin pensar en las consecuencias si alguien intentaba siquiera acercarse a ellas; su hermana y su madre, las dos mujeres de su vida, a quienes mantendría bajo sus cuidados a costas si era necesario, de su propia vida.

Llegó hasta la zona más céntrica del lugar, un pequeño bar que se encontraba algo escondido y no porque necesitara esconderse, sino porque Killian y él, solían buscar ambientes algo más tranquilos para poder hablar libremente de lo que fuese necesario. Estacionó y se encaminó hacia ahí, eligiendo una pequeña mesa al fondo, cerca del ventanal y encendiendo un cigarrillo mientras el mozo se acercaba. Pidió solo un vaso con agua, quizá más tarde un café, de momento solo esperaría a que éste llegara para poder ponerse al día con algunos asuntos laborales pero también para poder conversar de lo que fuese que saliera. No hablaba demasiado, no de su vida personal o incluso de sus inseguridades, pero con algunas pocas personas compartía esos asuntos y podía distenderse sabiendo que la información estaría protegida y a salvo. Bebió un sorbo de agua y le dio una calada a su cigarrillo observando como la noche comenzaba a caer y las personas a transitar por las avenidas quizá después de un agitado día en sus trabajos. No le gustaba estar en ambientes con demasiada gente, y se alegró de que ese bar estuviese siempre a disposición para personas que como él, necesitaban algo de tranquilidad.

Solía llegar temprano a todos lados, era algo inculcado por su propio padre cuando una vez le había enseñado el sentido de la responsabilidad. Por ello, detestaba la impuntualidad de las personas, no era sumamente estricto con ello pero no toleraba más de pocos minutos tarde; consideraba que si él no hacía esperar a nadie entonces merecía lo mismo que era capaz de dar. No tenía que preocuparse por Killian, sabía perfectamente que llegaría en hora e incluso un poco antes, característica compartida y uno de los motivos que sumaba a su vínculo tanto laboral como de amistad. Aidan se preguntó si serían así de cercanos de no haberlo conocido de niño; quizá el hombre ni siquiera estaría trabajando en la mafia con él de ser así, pero lo cierto es que contaba con la suerte de tener a alguien como Killian para ayudarle a vengar la muerte de su padre que últimamente se había convertido en el motivo central de toda su labor. Respondió un mensaje en su móvil y procedió a apagar el mismo, no había cosa más molesta para el hombre que estar en medio de una conversación y ser interrumpido por el monótono sonido del teléfono.

Estaba algo preocupado por uno de los recientes negocios. Dentro del ámbito del tráfico no faltaban nunca personas dispuestas a joderles la vida o tomarlos por idiotas y eso era algo que para Aidan se pagaba con la propia vida. Remitiéndose nuevamente al tema de la puntualidad, la odiaba para los encuentros, pero mucho más cuando alguien debía entregar la mercadería a determinada hora y no lo hacía. Si él simplemente lo dejaba pasar, entonces estaría mostrando demasiada flexibilidad con personas a las que había que mantener siempre al límite si no quería perder prestigio dentro de ese ambiente. Ensimismado en sus pensamientos la voz del hombre lo tomó algo desprevenido y levantó la vista encontrándose con Killlian a quién le sonrió levemente. Dirigió su mirada al reloj pulsera que llevaba tras la pregunta de su amigo y volvió a levantar su mirada. -A tiempo como siempre, e incluso unos minutos antes- le comentó esperando a que el mismo tomase asiento delante de él y llamando al mozo con la mano para ahora sí, pedir café.

-No se tú, pero yo voy a consumir algo de cafeína. Eso o dejar que el agotamiento del día comience a llegar- comentó y pidió un café sin azúcar al mozo esperando a que Killian pidiese o no algo al hombre y cuando éste se alejó volvió a centrar la atención en su acompañante. -¿Qué tal ha estado el día? Iba a llamar más temprano por unos pequeños inconvenientes que hemos tenido pero preferí hablar todo de forma directa- comenzó a comentarle. Eran ellos los que se encontraban al mando y quienes debían resolver cualquier tipo de problemas que aparecieran, siempre había funcionado así; Aidan no era de los que buscaban no ensuciarse las manos, si bien era muy reservado y cuidaba cada paso que daba también era de los que actuaba y buscaba justicia por manos propias y sobre todas las cosas, no perdonaba un solo error por mínimo que éste fuera si se trataba de esos negocios. -Pero antes cuéntame cómo has estado, no todo en la vida es negocios- le dijo medio en broma para poder también equilibrar la conversación.

El tema le causaba gracia, no en el mal sentido sino por la preocupación que la mirada de su amigo presentaba al decir aquello. Conocía a Abby, sabía lo importante que era para Killian, tanto como lo era Helena para él. Su única hermana y por quién daría todo con tal de protegerla, a ella y a su madre, más aún después de la muerte de su padre. La familia era para el castaño, lo más importante que tenía y daría todo, hasta su propia vida si era necesario hacerlo; así que entendía lo que Abby podía significar para Killian. Enarcó una ceja intentando reprimir una risotada. -¿Compras? ¿Irán a tiendas o algo así?- quiso saber. Ese tipo de conversaciones eran las más agradables, porque podían distenderse, olvidar un poco los asuntos más graves o problemáticos en los que estaban metidos y tomarse un pequeño respiro entre éstos. Recordó que debía visitar a su madre y a Helena, hacía bastante tiempo que no salía con ella, se habían distanciado un poco ahora que él debía ocuparse no solo de los negocios empresariales sino de los negocios ilegales que su padre le había dejado, pero no quería dejar de lado ese vínculo que siempre había sido tan unido. Se dijo a si mismo que mañana mismo quedaría con su hermana al menos para conversar.

-Bueno Killian, quizá podrías darle el gusto y conocer a alguien ¿No?- dijo con una sonrisa divertida. Los temas más personales no eran demasiado tocados con nadie a no ser con él y muy de vez en cuando si surgían. Aidan llevaba una vida muy liberal, ni siquiera tenía vínculos importantes por el temor interno de que quién lo acompañase pudiese resultar en peligro gracias a sus enemigos; por ello tenía que ser muy cuidadoso y reservado si alguien le gustaba o por el contrario mantener sus relaciones en algo casual y de una noche y se decía a si mismo que con eso estaba bien y no necesitaba más al menos por ahora. -Así son las hermanas, creo que debo quedar con Helena para poder saber cómo se encuentra, el trabajo me a aislado un poco de mi familia y no quiero que eso suceda...- dijo algo pensativo. -Estoy muy bien, dentro de todo el ajetreo de la semana- comentó con un suspiro pero en sus ojos brilló esa pequeña luz maliciosa por poder compartir ahora si, lo más importante con su amiga y dejar el asunto de la demora en la entrega de la mercadería para más tarde.

-Quiero comenzar cuanto antes con mi venganza. Sabes que he mandando a investigar muy bien al infeliz que asesinó a mi padre y digamos que me han traído información muy interesante- comenzó con una sonrisa de satisfacción en su rostro. -El hombre tiene algo con lo cuál podríamos destruirlo muy despacio... una hija. He investigado un poco más sobre la joven, es estudiante, muy cuidada por ese maldito desgraciado por lo que se me ha ocurrido... comenzar por ahí, darle donde más le duele y de la peor manera. Quiero que cuando termine con esa chiquilla, pueda ver la desesperación en los ojos de ese tipo mientras le doy un tiro en la cabeza, primero a ella y después a él- dijo con toda la rabia que llevaba contenida, tenía perfectamente ideado lo que deseaba hacer, quería llevar todo hasta las últimas consecuencias y esta vez nadie lo detendría, deseaba provocarle el mismo dolor que él le generó a su familia. -Organizando la idea, estaba pensando en encerrar a la chica... quiero un castigo muy lento, sabes que las cosas deben pagarse bien y como se merecen- dijo centrando sus ojos en los de su amigo. -¿Qué te parece?- preguntó finalmente para saber su opinión. Había cuidado su habla debido al ligar, vigilando mientras lo hacía cada movimiento en el bar, a pesar de que el mismo estaba casi vacío, no era de los que confiaban ni siquiera en la tranquilidad.

Aidan rió por lo bajo. Los asuntos personales de cualquiera de los dos eran algo totalmente cerrado, a penas si compartían solo entre ellos algo de información pero no era necesario dar más detalles del tema, Aidan respetaba mucho la privacidad de sus allegados y esperaba lo mismo a cerca de la suya. Pocas eran las personas que sabían cómo se manejaba en el ámbito de las mujeres o incluso a quienes frecuentaba pero era justamente porque él mismo se encargaba de ser demasiado reservado y cuidadoso, no solo porque no le gustaba hablar mucho de los temas sino porque estando dentro de la mafia y teniendo tantos enemigos no quería poner a nadie en peligro o dar la cara por personas que quizá solo se cruzaba una noche y un rato. Asintió pensando en su hermana y en que Killian tenía razón, para ambos, la fraternidad era algo que se ponía sobre todo lo demás. -Le avisaré, ignoro como se encuentra después de lo sucedido con mi padre, se que ha sido difícil para ella y no quiero que piensen que mi frialdad se debe a que no me afecta su muerte- admitió algo pensativo.

Tras la muerte de su padre, los lazos con su familia si bien se habían mantenido unidos, habían cambiado un poco. Aidan había asumido una posición de total protección pero dejado de lado el tema más afectivo y sabía que tanto su madre como su hermana también necesitaban de eso para sustentarse. Quizá como forma de protección a su propia mente, había preferido centrarse en la rabia y en el deseo de venganza y dejar de lado los temas más sensibles por si perjudicaba eso en algo a sus planes. Le comentó su plan y obtuvo una respuesta positiva y favorable de parte de su amigo, dos cabezas siempre piensan mejor que una, se dijo a si mismo, y sabía que con la ayuda de Killian ese desgraciado iba a pagar cada cosa mala y de forma intensificada, pues no tenía idea con quién se había metido.

-Estoy de acuerdo. Creo que tengo la casa, se encuentra en la salida de un pequeño pueblo donde casi no hay habitantes, nadie podrá encontrarla, haré que desaparezca del radar del infeliz de su padre- le comentó en principio. -Quizá sea conveniente mandar a alguno de nuestros hombres para proceder con el secuestro, quiero estar en la casa cuando la lleven, quiero ver el miedo en su rostro y ahí va a comenzar la verdadera diversión- finalizó. No había planeado aún qué hacer con la chica, quizá le haría pasar unos horribles días, y cuando estuviese deteriorada por el miedo, el hambre y las amenazas tomaría algunas fotografías y comenzaría a enviárselas a su padre. -¿Cómo se te ocurre que podemos intervenir en sus negocios? estoy totalmente de acuerdo con dar golpes aislados y comenzar muy de a poco, alterando sus nervios hasta tenerlo de rodillas pidiendo compasión- dijo pensando en la manera de comenzar con algo suave cuando su deseo era hacerle lo peor de una sola vez.