Contemplaciones compartidas || Killian

Después de un largo día trabajando en un ensayo que tenía que entregar en su curso de Filología, la castaña había decidido que antes de volver a su departamento, quería relajarse y liberarse de un poco de estrés. Se dirigió a las galerías de arte que poblaban Near North. Desde pequeña, le había gustado pasearse por los largos pasillos que ofrecían una variedad impresionante de obras de arte diversas. Cuando iba con su madre, las dos se imaginaban qué obras podrían comprar y cuál sería el mejor lugar para colocarlas en cuanto las llevaran a casa. Por supuesto, que al finalizar su recorrido, tenían tantas ideas que acaban por no comprar nada, pensando que su casa se volvería el lugar más extravagante de la ciudad si en verdad se hacían con todas las piezas que deseaban.

Esa tarde, sin embargo, el propósito de Thia era otro. No iba para imaginarse lo que pondría en su habitación o en su sala vacía. Esa tarde, tenía como objetivo fijarse en los detalles de los cuadros que más le gustaban y justificaría sus elecciones con base en los sentimientos que cada una de las obras era capaz de transmitirle. Una buena manera de dejar de pensar en el origen y el uso de las palabras, sin duda tenía que ser el ejercicio de concentrarse en las emociones que podían surgir de la mera observación de una obra de arte. Entró en una de sus galerías favoritas y se percató de que había poca gente, lo cual favorecería su tarea, no tendría que estarse preocupando por estorbarle a nadie ni oiría las opiniones de los demás, lo cual a veces podía afectar la manera en la que uno veía el arte.

Durante una hora, la joven se dedicó a escoger las piezas que más le gustaban para así poder pasar más tiempo enfrente de cada una y así definir lo que lograba atraer su atención de cada una. Tratándose de una galería, no era extraño encontrar personas completamente enajenadas mirando alguna pieza en particular, preguntándose si valdría la pena comprarla o no. Y mientras la muchacha se paseaba por los pasillos, se encontró con otro comprador o visitante que se había quedado absorto mirando uno de los cuadros que también le había fascinado a ella. Por norma general, Alethia respetaba la contemplación de los demás, no le gustaba inmiscuirse en algo que ella consideraba una actividad tan personal. En ese momento, sin embargo, sentía las ganas irreprimibles de saber lo que otra persona pensaba sobre aquel cuadro en particular, así que sin pensarlo demasiado, la joven se situó al lado del hombre y esperó a que él fuera consciente de su presencia antes de abrir la boca.

— Es una pieza que llama la atención ¿no cree?— Thia pensó que no había mejor manera de iniciar una conversación sobre arte sin que alterase lo que el otro pensaba, respetando la opinión que cada uno tenía de ella y que daba la oportunidad a su interlocutor de dar a conocerla o de simplemente, ignorarla si no tenía la intención de compartir con ella su punto de vista. Alethia miró al joven, que debía rondar los treinta años y esbozó una sonrisa amigable. En otra circunstancia, la castaña se sentiría de lo más cohibida ante la presencia de un chico, pero no ahí cuando los dos estaban en un ambiente tan neutral y libre.

Propensa a comportarse como una adolescente frente a los miembros del sexo opuesto, era toda una sorpresa que Alethia hubiera sido la primera en acercarse al otro para poder hablar de la pieza que les había interesado a ambos. Aún más sorprendente resultaba el hecho de que se sintiese completamente tranquila y en control de sus emociones. A menudo su madre la había instado a tener más amigos del género masculino para poder desenvolverse con seguridad frente a los hombres, pero la muchacha jamás había hecho caso y ahora se lamentaba por ello. Sin embargo, en ese momento estaba haciendo algo inaudito para ella y no sentía que fuese algo tan difícil. Él le sonrió y la joven no pudo más que corresponder al gesto.

— Yo creo que ésta tiene más personalidad. Sin embargo, entiendo el interés por aquella — señaló la pieza a la derecha — Sus colores son llamativos y el movimiento que tiene genera incertidumbre — dijo y no pudo contener una breve risita — ¡Vaya! Juro que no soy una experta, es sólo que a veces me dejo llevar — Alethia no era una experta en lo que a arte se refería, pero había pasado tres años de su vida en París y ahí también había ido a todos los museos a los que pudo, así que a pesar de su corta edad, poseía una idea propia de lo que era el arte y qué podía decirse sobre ella.

Después de mirar el cuadro por unos momentos más, la castaña se giró a su interlocutor y frunció el ceño al percatarse de que sus facciones le resultaban familiares, aunque no podía precisar de dónde podía conocerlo. Seguramente, lo había visto en otras galerías y museos. — Disculpa si parezco una total entrometida, pero ¿no nos hemos visto antes?— preguntó sin detenerse un segundo a pensar si era buena idea. Pero como no encontraba algún motivo por el cual aquello fuera malo, desechó la idea casi inmediatamente. Si sólo se trataba de una equivocación, se disculparía y podrían seguir con sus contemplaciones sin que el asunto fuese a más.

Percatarse de que podía hablar con el chico sin que éste se molestase por haberle interrumpido, le bastaba a Alethia para sentirse cómoda con lo que estaba diciendo con respecto a la pintura, al parecer, él también estaba dispuesto a compartir sus impresiones con la chica. Ale soltó una risita cuando él se llamó a sí mismo bicho raro. Ella a menudo se sentía así, de modo que compartía el sentimiento. — ¿Me estás llamando bicho raro a mí también? — ella preguntó en tono bromista para luego dirigirle otra sonrisa —porque tienes toda la razón — añadió para dejarle saber que el comentario no la ofendía, sino que le causaba gracia.

Él pareció meditar unos momentos antes de contestar si se habían visto y compartió la misma idea que ella, seguramente se habían encontrado en otra galería o en un museo pero habían pasado de largo el uno del otro.  — Descuida, la próxima vez que vaya a un museo me pondré atenta por si te vuelvo a ver— ella añadió sorprendida por la facilidad con la cual podía hablar con el joven, el cual se presentó como Killian. Ale le sonrió y extendió su mano para poder estrecharla con la de él  — Alethia Whitney— respondió a su saludo sin borrar su sonrisa.

—¿Estabas pensando en comprar algo? — le preguntó para seguir con el tema de la pintura. Si bien las galerías tenían sus obras para que fueran expuestas, también las tenían en venta. A la castaña le hubiera encantado comprar el cuadro que los dos estaba mirando en ese momento, sin embargo, sin un empleo fijo, no podía darse el lujo de hacer un gasto así. Sus padres podrían regalárselo, pero no quería que ellos siguieran viendo por ella, deseaba tener un poco más de independencia y sabía que la lograría poco a poco. En esos momentos debía de ser cuidadosa con sus ingresos.