Entrenamiento nocturno {Mizuki}

Era relativamente tarde. Fuera las sombras comenzaban a tomar el control de las calles y la gente de bien se iba dirigiendo a su casa después de una jornada de trabajo. El día había sido agotador. Killian había estado trabajando, no solo en el dojo por la mañana, sino también en un par de asuntos que habían requerido su atención para la mafia. Tener que meter un correctivo a uno de los más jóvenes miembros había hecho que no estuviera de especial buen humor. El encargarse de esos asuntos era algo que tenía que hacer, como mano derecha de Aidan, pero solía tocarle de forma bastante clara los cojones.

Había llamado a Abby justo después, para ver cómo se encontraba, para asegurarse de que las cosas funcionaban correctamente. Desde que estaban tomando represalias contra aquellos que mataron a Luca le intranquilizaba que se revolvieran buscando atacar a los puntos débiles de los miembros que configuraban la mafia de Aidan. Abby podía convertirse en un objetivo en cualquier momento y eso conseguía una cosa: intranquilizarlo.

Llegó al dojo con la clara intención de hacer algunos ejercicios que le pudieran volver a llevar tranquilizad a la mente… y al cuerpo. Tras cambiarse de ropa poniéndose unos simples pantalones negros y una camiseta de tirantes blanca, se dirigió directamente hacia uno de los rincones donde se encontraba un saco largo. Calentó y estiró antes de comenzar con lo que en realidad quería: golpear hasta quedarse por completo exhausto. Quizá de esa manera pudiera dormir esa noche.

El cuerpo del hombre se puso en movimiento tras atarse el pelo de tal forma que no le molestara. Puñetazos y patadas, el cuerpo de Killian moviéndose con agilidad y rapidez concentrado únicamente en lo que tenía delante. En esos momentos era en los que conseguía que su mente se quedara completamente en blanco. Lo había sido siempre. No estaba practicando un arte marcial en particular, ni siquiera era un arte marcial en sí. Solo una serie de golpes que hacían que el saco se moviera con cada uno de los contundentes golpes que el hombre le daba.

Pasó prácticamente la mañana sin hacer nada, después de su habitual ejercicio matutino de yoga y tai chi, se quedó tirada en el sofá con la mirada perdida en la caja tonta y con Tsuki reclamando mimos entre sus piernas. Hoy era uno de esos días en los que tenía su mañana libre, no tenía que dar clases a mujeres desempleadas o a ancianas en perfecto estado de salud, aunque sólo haría falta mirar alguno de los parques de Chinatown para ver aquella imagen de las mujeres haciendo el ejercicio matutino de cada día.

Por el contrario la tarde fue ajetreada, Killian se marchó por unos asuntos, y si clase con los niños, los cuales no le agradaban demasiado casi terminó en una pelea entre tres alumnos. A veces tenía ganas de poner a esos pequeño mocosos en su sitio con un buen golpe para que aprendieran que en la vida tenían que comportarse como personas adultas, pero después le llegarían los problemas a Killian, lo único que podía hacer en aquellas circunstancias era llamarles la atención verbalmente con su habitual mirada nada amistosa, algo que hacia que los niños tragaran saliva y se pasaran dos veces si repetir lo que acababan de hacer.

La siguiente clase fue algo más relajada con los adultos aunque sentía la mirada discretas, y no tan indiscretas de algunos más atentos a su cuerpo que a los movimientos que debían hacer., a parte de aquellas miradas las clases transcurrieron con normalidad.

Una vez que concluyó la última clase, y repasó que no quedara nadie en el interior del dojo, cerró las puertas de este, Killian aún no había vuelto de sus asuntos. Mizuki marchó hacia la duchas comenzando a preparar sus cosas cuando escuchó el ruido de un saco ser golpeado, el único ruido que se podía oír en todo el dojo. Salió de los vestuarios con el sigilo que la caracterizaba para observar por un momento de quién se trataba a estas horas, ¿se había colado alguien? No, era Killian el cual le daba sin técnica alguna al saco, como quién quisiera golpear algo con mala gana y terminar tan cansado como pudiera.

Se acercó lentamente por su espalda con pasos tranquilos y silenciosos, no parecía que el coreano tuviera centrada su atención en otra cosa que no fuera en golpear el saco como un animal. Se detuvo a un metro de este con los brazos cruzados. - Si sigues así durante mil años conseguirás ser un buen guerrero. - Bromeó con su humor ácido acerca de su técnica y sobre todo poniendo en duda la habilidad del coreano, que aunque era equiparable a la suya, ni lo iba a reconocer ni le iba a dejar que se creyera superior a ella, de ahí los piques sarcásticos bromistas que tenía con él. - Si quieres te apunto a la clase de los infantes para que aprendas con ellos. - Ladeo ligeramente sus labios en una sonrisa un tanto divertida. - ¿Mal día? - Ahora ya se notaba más seria, no bromeaba acerca de los asuntos importantes.

El cuerpo de Killian había entrado en calor con el ejercicio. La concentración se encontraba en golpear de forma rápida y precisa el saco que tenía delante de él. Sin técnica, sin una serie de movimientos prefijados. Solo golpear. Solo dañar. Solo dejar la mente en blanco. Aun así sus movimientos eran precisos, felinos, rápidos y ágiles. A pesar de su altura, 1,80, el hombre se movía con gestos rápidos. A pesar de no estar pensando en lo que estaba haciendo, en que no era un enfrentamiento real, el verdadero conocedor sabía que aquel hombre era letal.

Los pasos de Mizuki eran silenciosos, pero no fue eso lo que hizo que Killian supiera que estuviera allí. Ni tampoco su voz. Fue una sensación que se deslizó por su nuca y bajó por su espalda con rapidez. Dejó que hablara mientras daba un par de golpes más: una sucesión de puñetazo, codazo y patada antes de detener el saco y volver su mirada hacia ella. Su "compañera" de trabajo en el dojo era alguien a la que respetaba aunque no fuera a decírselo jamás. Y que le hubiera visto de esa manera no hacía otra cosa que molestarle.

—¿Me pondrás una prueba como el capitán Lee en Mulán? —preguntó con cierta ironía aunque desde luego la referencia no casaba para nada con el hombre. —Solo espero que no tengamos que cantar.

Un mal día. Sí, se podía llamar así. Se movió hasta donde había dejado una toalla para ponérsela en el cuello, retirando gotas de sudor que se habían comenzado a formar en su frente. Sin embargo la respiración era tranquila, no estaba alterada, lo que indicaba que el ejercicio físico no había sido tan intenso para el hombre como para que estuviera cansado.

—Una mierda de día. —reconoció. Era fácil decirlo delante de ella… cuando estaba de un determinado humor. Ambos conocían bien el mundo en el que se movían. —Tuvimos un pequeño problema y tuve que meter un correctivo a uno de los nuevos. Las generaciones que vienen creen que lo saben absolutamente todo y… la joden.

Una ligera curvatura en sus labios fue lo que apareció cuando observó la ligera molestia con la que daba los últimos golpes al saco a pesar de que se mostraba tranquilo e inalterable como siempre. Apoyó su espalda contra la pared mientras cruzaba los brazos y observaba con detalle los movimientos y las palabras del coreano. - Si con eso logro que Mullian deje de golpear el saco como si fuera un crío enfadado claro que lo hare. - Respondió jugando con el nombre de ambos sujetos, el suyo y a quién Killian se comparaba en su pregunta irónica. - Para nada, quiero conservar mi audición intacta, la necesito para mi trabajo. - Seria una sorpresa que Killian cantara con decencia por que no le parecía una persona con talento para el canto, aunque como ella tendría muchas cosas que guardaba para si mismo.

Hizo una mueca con sus labios mientras se encogía de hombros al escucharlo, sabía perfectamente la cantidad de problemas que podría traer un mocoso engreído a negocios, de los cuales todos se creían superiores al resto e incluso a sus jefes, e incluso había sufrido a algunos de ellos en su estancia en Japón, aunque dejó bastante claro que no toleraba aquellas estupideces por parte de los nuevos. - Oh, la próxima vez avísame, me encanta meter a la gente en correctivos. - Sonaban demasiadas interesadas sus palabras, Mizuki era una mujer de extremos, de dar lecciones globales para que la situación nunca se volviera a repetir y en caso de repetirse el infractor sabia cual iba a ser su castigo. Le miró de reojo y pasó el dedo índice por su cuello para dar a entender a Killian a que se refería.

Se ladeo apoyando su hombro en la pared para encarar al surcoreano, observando su cuerpo de arriba a abajo. - Tengo curiosidad por saber como los mete en correctivos a los que se pasan de listos. - Levantó ligeramente ambas cejas, mientras jugaba haciendo círculos a uno de sus mechones, sabia que se estaba metiendo en sus asuntos que posiblemente le molestara pero tenía esa curiosidad sobre como lo hacia, porque su imaginación le llevaba a imaginar a Killian dando con una regla al estilo profesor a los nuevos cabeza huecas.