Nakamura Mizuki

- Mizuki esto no es un juego de niños.
- Claro que no lo es padre, jugamos a ser dioses entre la vida y la muerte.

Mizukki fue una persona que ha cambiado completamente a lo largo de su vida, en la infancia era una chica calmada, atenta, brindaba protección a su círculo más cercano, pero poco a poco y tras la muerte de Gin, Mizuki comenzó a cambiar, comenzó a volverse meticulosa con su entrenamiento, tenía que mejorar si quería llevar a cabo su venganza, la cual culminó pero a partir de ahí, solo había una palabra capaz de describir perfectamente a ella, sanguinaria, la sensación de apretar el gatillo, o incluso la de cortar un cuello caliente la llenaban de vida, la convertían en una diosa que jugaba con la vida y la muerte. Poco a poco toda su ética moral se quedaba apartada de ella, si de adolescente ya le costaba matar a una persona con una niña en brazos ahora lo podía hacer sin pudor alguno, incluso podría terminar dándole un final también a la niña.

- ¿Crees en las pesadillas?
- No, ¿por qué?
- Yo soy una de ellas.

Bajo su dulce apariencia se esconde una persona bastante fría, introvertida, no le gustan que se entrometan en sus cosas y mucho menos en su vida personal. No conoce el miedo, jugar a ser dios en un mundo de locos ha hecho que no tema a la muerte, algún día hay que llegar a ella, si es mañana o dentro de cuarenta años. Es ambiciosa, llena de orgullo, nunca ha perdonado sus actos ante nadie, y siempre ha dormido con la consciencia tranquila después de un asesinato, para ella no han existido las pesadillas con las caras de sus víctimas, que ha decir verdad ahora el contador ha subido mucho.

- Tus palabras duelen Mizuki.
- No soy una bruja, es la pura realidad.

Tiene poco tacto para decir las cosas, es una persona totalmente directa, sarcástica y tremendamente honesta, dice lo que tiene que decir en el momento que quiere decirlo, sin preocuparse ni un ápice de quién tenga delante, aunque lo que diga tenga repercusiones negativas con ella. La vida le ha enseñado algo, si las palabras te dañan no sigas viviendo, el mundo ya no es lo que era y terminaras por ser carne sin cerebro andante.

- Eh, quieta no me apuntes con ese arma. ¿No éramos amigos?
- Claro que lo éramos hasta que el señor Benjamin Franklin se presentó en mi casa dentro de un maletín.

Es reticente a cogerle cariño a alguien, y mucho menos ha tenido una pareja estable, nunca se sabe cuando te llaman para matar a alguien que conoces y aunque han pasado varios meses desde que eso no sucede, sigue manteniendo esa postura. Por otro lado es una persona leal a lo que ella considera su familia, y a cualquiera con quién hubiera logrado calar en la castaña.

- Es peligroso seguir en solitario.
- Cuando haya alguien capaz de seguir mi ritmo me lo pensaré.

No le agradan las compañias dado que la mayoría de las veces se convierten en cargas ineccesarias para ella, le gusta hacer los trabajos en solitario y a su manera, aunque tengan que aparetar lo que el cliente quiera. Aunque si no queda más remedio o está en la necesidad de necesitar un par de manos extras no pone ningún impedimiento en ello, pero por lo general suele valerse por sí misma.


Aunque prefiere la soledad la mayor parte de tiempo, Mizuki es una mujer a la que le encanta jugar con las personas y la sensualidad que pudiera ocasionar en el momento. Los pequeños placeres momentáneos le han empezado a gustar, da igual el genero de la persona que tenga delante, su lujuria no tiene límites.

Mizuki nació el 19 de Diciembre de 1987 en Tokyo, su estatus social fue en aumento gracias al trabajo de su padre, un conocido mestizo chino - japonés que fue escalando puestos en la Yakuza, el cual estaba casado con una joven mujer de origen japonés, una acróbata con conocimientos en artes marciales. Siendo Mizuki la mediana de tres hermanos, uno nacido un año antes que ella, Lee y el menor de ellos con tan solo dos años por detrás, Gin.

Durante su niñez fue aprendiendo a hablar el japonés como el chino, al igual que su hermano mayor, Lee, siempre siguiendo su estela marcada por el aprendizaje de este. Lo que aprendía Lee en día tendría que aprenderlo Mizuki meses más tarde. Una vez aprendido los idiomas dieron paso a los entrenamientos físicos, aprendiendo las técnicas del Kenjutsu, incluso tuvieron un maestro particular para que los críos no fueran a una escuela pública.

Desde pequeña se había comportado de manera educada, no había sido una niña problemática, sino atenta, intuitiva, y sobre todo grácil. Podía pasarse varias horas haciendo el pino o dando volteretas sin parar, tenía cierta facilidad para las acrobacias y las posturas raras con su cuerpo. Lo que no soportaba por aquella era época era que la compararan con su hermano Lee, nunca le había gustado ser la sombra de nadie y menos del egocéntrico de su hermano mayor, el cual siempre acababa por despreciarla con algún conocimiento superior o simplemente con las artes de combate avanzadas que poseía, cuando se protegía a si misma o a Gin, de las bromas o ataques de Lee.

Le gustaba el Tai Chi y el Yoga como forma de relajación, al mismo tiempo que se entrenaba físicamente, más tarde destacaría por encima de Lee por su forma física. Desde los seis años le encantaba el color naranja y el sushi, estar largas horas en silencio y concentración, apartada del mundo, a menudo recibía alguna reprimenda de sus profesores por su actitud callada, a veces parecía que dormía con los ojos abiertos cuando se reprimía en sus pensamientos.

Más tarde llegaron las enseñanzas físicas, le hacía saltar, trepar sin ningún tipo de material para ayudarse, volteretas, y la enseñanza avanzada de artes marciales, mientras que su hermano comenzaba a disparar armas, en ocasiones se preguntaba si aquella enseñanza que recibía era normal o su padre los intentaba convertir en algo diferente. Pronto se dio cuenta de que aquellas enseñanzas no eran normales, un día que se marchó con Gin al centro comercial unos niños comenzaron a empujarle mientras Mizuki compraba unos helados, le zarandeaban de lado a lado haciendo que él cayera de bruces contra el suelo, fue un acto de protección más que de ira cuando Mizuki soltaba los helados que se estamparon contra el suelo, esta echaba a correr hacía ellos, comenzando a usar las enseñanzas marciales contra los niños que uno a uno recibía lo suyo o salían corriendo al ver los golpes que daba, la gente se quedó atónita ante tal demostración de artes marciales en una niña de diez años.

A diferencia de Lee, Mizuki no comenzó a los once años con las armas sino que siguió dando clases marciales,  algo que a ella le gustaba, sin embargo Gin era más reticente a aprender desde pequeño había querido jugar con todo lo que veía, un chico hiperactivo y amable, el espíritu libre de la familia.

Cuando cumplía los trece años, su padre había adquirido parte de él control de la zona donde habitaban, ahora su vida parecía aún más lujosa, nunca había sentido el cariño de su padre hacia ellos, pero sin embargo le había comprado todo lo que había pedido, su madre era totalmente diferente pasaba mucho más tiempo con ellos, y le impartía mucho más cariño a sus hijos.

Había sido entrenada en el cuerpo a cuerpo durante años, ahora ella le daba las palizas a Lee, ahora recibiría todo lo que le había hecho pasar cada vez que se metiera con ella. Destacó en el uso de las armas de precisión, su buen pulso, su estable respiración por la práctica del Tai Chi y su concentración daba sus resultados con los fusiles de francotirador.

Su día más amargo llegó una noche de lluvia, el pleno invierno de 2004, su hermano menor era asesinado cuando volvían de una cena en un restaurante local, mientras viajaban en el coche hacia casa, un deportivo de cristales tintados abrió fuego contra ellos, provocando la muerte de Gin, y que Mizuki saliera herida en aquella escena, por suerte pudo ver la matrícula del coche que le habían disparado y juró a su hermano en su último aliento que se vengaría de él.

Su venganza pronto sería cumplida con un asesinato múltiple en un parque de la ciudad, de ahí su apodo Akamori. Había asesinado a aquellos hombre a sangre fría con sus propias manos en medio de un parque en la noche, todo el parque quedaba teñido de un color carmesí, sin duda se había ensañado con ellos, aún cuando ya estaban muerto.

Era el 18 de Diciembre de 2006, las gotas de lluvia impactaban como cualquier día del frio invierno japonés, los débiles rayos de luz del sol que dejaban traspasar las nubes entraban por los grandes ventanales de la lujosa habitación de Mizuki, haciendo que impactaran directamente en su cara para despertarla. Escuchaba tumbada el golpear de la lluvia en su ventana mientras esbozaba una sonrisa, era otro día de los que le gustaba, sin duda la lluvia alegraba esos momentos de tranquilidad en su cama y la apartaba de la corrupta vida que llevaba por su padre. De un movimiento grácil se levantó de la cama para quedarse mirando por la ventana, la gente pasaba con sus paraguas bajo la lluvia, colocó su mano sobre el gélido cristal deseosa de tener libertad, sin estar en aquellas malditas cuatro paredes que tenía como casa y hacer la vida que nunca había tenido.

La mañana comenzaba como venía siendo costumbre un poco de Tai Chi para despejarse y relajarse, durante la mañana nunca era molestada, podía hacer lo que le viniera en gana pero siempre atenta al móvil. Con movimiento harmónicos y gráciles comenzaba su vida cada mañana, luego se adentraba en la ducha de cuarto de baño que tenía en su habitación para salir aseada y lista para comenzar su vida diaria. Bajaba por las escaleras saltando el barandal cuando quedaban pocos escalones para ir a la cocina a por su preciado bol matutino de Special K. Pasaba gente por la cocina que ni siquiera conocía de nada, o era la primera vez que había visto, aquello no le hacía ninguna gracia, pero era lo que tenía que soportar día tras día.

Su hermano nunca estaba cuando ella se despertaba siempre observaba los objetivos marcados por su padre para que luego su hija menor les mandara a la otro vida. A veces se preguntaba por qué no lo hacía directamente Lee, a veces pensaba que su padre le tenía favoritismo a Lee y no a su rebelde hija que apenas podía hacer lo que él marcaba.

Recibió un mensaje de su hermano con el siguiente texto. “El siguiente objetivo ha sido marcado reúnete con padre para saber más de él.” Se quedó mirando por un momento el teléfono móvil, ¿tan temprano?, se encogió por un momento de hombros y se dirigió a la oficina de su padre, entrando después de haber llamado a la puerta. Este le confirmó el mensaje de Lee, debía matar a una pareja de una treintena de edad. Su padre le dio fotos de ambas personas y le dio el lugar para llevar el asesinato.

Subió hasta su cuarto para recoger su rifle, coger su gabardina de cuero negra y colocarse los guantes, para dirigirse hasta el garaje y ordenar que la llevaran. Después de doce kilómetros llegaba al lugar indicado, apenas quedaban cuarenta y cinco minutos para que supuestamente llegara aquél hombre con su esposa, otra víctima que desconocía las razones por la cual debía matarlos. Observó por un momento el lugar, hasta que divisó un edificio de unas diez plantas, un lugar perfecto para disparar. Tomó el ascensor del edificio llegar arriba, subiendo el último piso por las escaleras y salir a la azotea.

Comenzó a montar su rifle, bajo aquella lluvia intensa, enroscando el silenciador para culminar el montaje. Esperando el momento de la llegada del coche. Miraba su reloj de vez en cuando y por la mirilla a cualquier coche que parara por la calle no quería que aquellas personas se les escaparan.

Cinco minutos más tarde de lo previsto sus objetivos aparecieron, el hombre salió del coche extendiendo la mano hacía dentro para sacar a una niña de unos cinco años de edad, Mizuki enarcó una ceja quitando el dedo del gatillo de su rifle, a la vez que el cañón de una pistola se incrustaba en su nuca. La voz de su hermano resonaba. – Dispara o lo haré yo contra  ti. – No tenía elección ser el lobo o el cordero a punto de ser comido. Dio un largo suspiro para volver a poner de nuevo el dedo en el gatillo, maldiciendo a su hermano en su mente. Apuntó a la cabeza del hombre que jugaba con su niña en los brazos mientras se mojaban, hizo de tripas corazón y le disparó en la cabeza mientras que su cuerpo sin vida caía con su hija al suelo, su madre fue a cogerla en un vano intento recibiendo otro disparo en la cabeza y tirándola contra el maletero del coche para caer contra el asfalto. La gente comenzaba a correr atemorizada, mientras Mizuki se agachaba en el tejado, cuando se quiso dar cuenta su hermano ya no estaba allí.

Desmontó su arma antes de que llegara la policía y salió de allí con la grata sorpresa de que el coche que la llevaría a casa no estaba en su sitio, le tocaba andar doce kilómetros con un maletín con un francotirador desmontado, un gran regalo de cumpleaños, sí señor. De nuevo maldecía la jugarreta de su hermano mientras se encaminaba para su casa.

Poco a poco su parte moral moría con cada víctima, comenzaba a cogerle el gusto a aquello de matar, la sensación de tener la vida de una persona entre sus manos, solo tenía que pulsar un gatillo y la vida se desvanecería. Sus trabajos pronto dejaron el ámbito local para concentrarse en el nacional, trabajos fuera de Tokyo, mientras por dentro esa ansia de sangre la seguía comiendo, había perdido todo el remordimiento por asesinar a las personas por las razones que fuera, a eso a ella le gustaba y le daba beneficios, doble satisfacción.

Sus “logros” la hicieron conocer en el mundo del crimen más allá de Japón, recibió varias ofertas para trabajar en Francia, las cuales culminó con un éxito rotundo eliminando a varios políticos de influencia, la cúpula del crimen francés la apodo la Dama Carmesí, Madame Rouge. No pasó mucho tiempo cuando Lee fue apartado de los trabajos de sicario viendo como su hermana se llevaba todo los méritos, volvían las continuas peleas, las amenazas, volvía a haber esa distancia entre ambos que nunca había sanado, con todo esto y el dinero que había ganado haciendo de asesina se apartó de su familia para irse a vivir a los Estados Unidos, ¿buscaba una vida o tal vez quería ampliar el mercado de ofertas en un nuevo territorio?

Sin duda la política de las armas en Estados Unidos era un punto a su favor, allí su vida se teñía totalmente de rojo, un rojo que calmaba sus impulsos manchados por la sangre de sus víctimas. Allí siguió con su entrenamiento físico diario, comenzó a usar el sigilo y la persuasión para aquellos objetivos que se habían vueltos imposibles de alcanzar con un arma de fuego y debían ser eliminados de forma más cercana.  Fue así como entró a formar parte de la "familia" Boulet, haciendo encargos para Luca, quién se había convertiro casi en una figura paterna para ella, y luego para su hijo Luca cuando este se hizo con el negocio familiar.