Trabajo, trabajo y más trabajo ▬ Leo.

Lo único que la rubia era capaz de escuchar el leve sonido del canto de los pájaros y eso la tranquilizaba, la hacia sentir que todo iba bien, la hacia sentirse totalmente libre, se sentía ella misma por primera vez en aquel día. Sus primeros papeleos de la mañana habían acabado, con suerte alguna había sido capaz de mantenerse despierta en todos ellos y aún no sabía ni como había sido capaz de aquello. Ni siquiera había podido ver a su hermana mayor aquella mañana de Martes, simplemente, se había limitado a levantarse de la cama -después de desactivar tres veces la alarma- había caminado hacia la ducha para así despejarse, vestirse con su habitual falda negra de tubo y una camisa blanca y por supuesto, no podían faltar sus tacones. Había desayunado y había salido corriendo hacia el buffete de abogados en el cual trabajaba.

Respiró profundamente e inspiró hasta así sentarse en uno de los lugares más alejados que vio en los alrededores de uno de los jardines que había cerca del buffette donde la joven trabajaba, se estaba tan bien en aquel sitio que sin duda alguna podía decirse que era su favorito para hacer sus matutinos descansos. Sacó la comida de su mochila con su pequeña botella de agua que siempre llevaba con ella para así mantenerse bien hidratada día a día. Dio un pequeño bote al sentir como una pequeña vibración se apoderaba de su pantalón, sacó su móvil de el y miró varios mensajes y llamadas perdidas que tenía de su hermana. La respondió lo más rápido que pudo esperando que se uniera con ella a aquel pequeño picnic que la propia rubia se había montado en escasos segundos. Y al instante, recibió un mensaje de su hermana en el cual decía que se encontraba de camino y que en solo dos minutos se encontraría almorzando y compartiendo banco con Natasha. Metió un pequeño chip de patata en su boca mientras esperaba a su hermana mayor, al menos así la espera se le hacia más amena.

La espera se la hizo eterna tanto que en un breve descuido los ojos de la joven Bianchi habían llegado a cerrarse durante unos breves segundos llegando incluso a dormitar durante unos instantes, instantes en los cuáles le había dado tiempo a la rubia mayor a llegar hacia ella. La sonrió en cuanto la tuvo en frente y no pudo evitar mostrar una gran alegría al verla tan cerca. Su hermana lo era todo para ella, absolutamente todo. Desde que su madre había muerto, ella había conseguido llevar las riendas de la familia junto a Nathaniel, su padre y eso era algo que Tasha  siempre le iba a agradecer e incluso iba a estar en deuda con ella por aquello. Dio una pequeña palmadita en el banco, invitándola así a sentarse junto a ella. - Hola, hola. - La saludó con una gran sonrisa en sus labios mientras se acercaba a su mejilla y la daba un breve beso. - ¿Cómo estás, hermanita? Tengo poco tiempo antes de volver al buffete - Preguntó mientras terminaba su almuerzo y atendía a la conversación con su hermana.

Tiempo después, su almuerzo y su charla con su hermana habían acabado. La joven había entrado escasos cinco minutos de nuevo al buffete y parecía que el trabajo se acumulaba por momentos. - Bueno ya estoy aquí, Leo. ¿Algo nuevo en mi ausencia? - Leo era su nuevo secretario, no había hablado demasiado con él pero parecía simpático aunque eso sí era un chico misterioso demasiado misterioso incluso llegaba a pensar la rubia.

Hacía dos días que trabajaba como secretario de la abogada Natasha, ella me había aceptado y era lo necesario para no malvivir en el poco sueldo que tenía ni había ganado, al menos con eso podía sustentarme hasta que me aceptaran en la policía como uno más. Sería difícil engañarlos, pero por desgracia, se me daba bien mentir. Aquello que hacía años me habían enseñado a no hacerlo, parecía formar parte de mi día a día. Podría decirse que no era el trabajo soñado, pero hacía años que aquellos que tenía, habían muerto ahogados bajo el yugo de la muerte. Para lo demás, solo debía sonreír. Y ni eso era capaz. Me había propuesto ser el mejor secretario que ella podía tener, o al menos intentarlo, esperaba que ella estuviera satisfecha con mi trabajo, pero dudaba de muchas cosas, estaba claro que no sabía cómo tratar a las mujeres ni a la sociedad en general. Era como una especie de reto.

El primer día de trabajo había sido duro, todos los compañeros me habían preguntado sobre las aspiraciones, sueños, pensamientos pero el silencio había sido mi respuesta y para cuando hablé, no había sido de manera agradable “A vosotros que os importa” habían sido las palabras exactas. Muchos de ellos aspiraban a ser grandes abogados, fiscales o incluso jueces. Que mis aspiraciones no fueran ni de lejos aquello, era extraño. ¿Cómo decirles que mi aspiración había sido ser nadador de las nacionales, internacionales o incluso de las regionales? No entraba. Ya había pasado ese vuelo. Pero hoy era el segundo y se suponía que todo iba a ir a mejor. Aunque era obvio que no pensaba ni quería hacer amigos. Eso era para los loros sociales.

Llevaba allí desde las ocho de la mañana, el sol apenas había salido y ya me encontraba en pie, eso se debía a que a las seis había entrenado con Killian y tenía las suficientes ganas de seguir. Llevaba diez años sin ser un ladrón, sin robar y aunque había mejorado en muchos aspectos y era más letal…a veces anhelaba aquella vida. Pocas veces. Vi los documentos y los actualicé en el ordenador, escuchando los murmuros de la gente, creo que no había hecho muchos aliados. Debía cambiar ese aspecto, suspiré escribiendo unos apuntes y los recados que había recibido del fax. Los anoté y los dejé a un lado. Era un trabajo aburrido, pero por ahora era a lo máximo que podía aspirar, debía agradecer que ella me había dado la oportunidad.

Entonces llegó la jefa en sí, no sabía las horas que habían pasado pero tenía un hambre voraz, miré el reloj en el ordenador y como la gente se iba a almorzar, pero no me había traído nada. Seguramente cogería algo de la máquina, cuando ella entró la miré con seriedad-El señor Hazen ha llamado, parecía alterado por los resultados. También una señorita, cliente suya, pero ésta para agradecerle…decirle que estaba muy charlatana…-no proseguí, ya que la continuación de esa frase era un “y la he colgado”, así que mejor que viviese en la alegre ignorancia-Nada más-finalicé .

Sin duda alguna, empezar a trabajar en aquel buffette había sido un gran cambio y un gran paso -también- en la carrera profesional de la joven Bianchi. La abogacía siempre había sido el gran sueño de la rubia, siempre la había apasionado aquello de defender las causas justas, las causas perdidas o incluso las causas injustificadas que no tenían defensa. Ayudar a la gente siempre había sido del agrado de la joven. Natasha, desde pequeña siempre había sido una de las jóvenes más amables que nadie había llegado a conocer nunca, esa era su filosofía de vida. Vivir feliz, vivir tranquila, dejar que las cosas simplemente fluyeran, defender las causas que no la parecían justas y hacer todas las cosas lo mejor posible para que así su familia tuviera un buen futuro en la vida y para que las cosas la fueran bien en ella.

Hacia escasos minutos que la joven Bianchi había vuelto de su merecido almuerzo. No es que su trabajo fuera demasiado agotador, en realidad, sí que lo era. Pero, por lo menos daba gracias a todo por tener un buen trabajo, un buen salario, buenos compañeros de trabajo y de todo, ¿es que acaso podía quejarse? Por supuesto que no. Reposó las dos manos sobre la mesa de su nuevo secretario, solo llevaba un par de días trabajando a su lado pero parecía un chico tranquilo pero claro a simple vista las apariencias siempre engañan y quizás la amabilidad, tranquilidad y apaciguad de Leo no era más que una pequeña tapadera. Natasha siempre había sido de esas mujeres a las cuales no la importaba dar trabajo a la gente si es que así los ayudaba a salir adelante y aquel había sido el caso de aquel joven que ahora se encontraba sentado delante de su despacho en el buffette.

Dejó que sus pensamientos fluyeran y se centró en el sonido que emitía la voz de su secretario, poco le había escuchado hablar y aún le resultaba un poco extraño y poco familiar la voz. - ¿Alterado? Bien, en nada le devolveré la llamada, así que cuando vuelva al despacho, pásame con la línea tres, por favor. - Apoyó todo el peso de su cuerpo solamente con la mano derecha apoyada sobre la mesa del joven para así poder con su mano izquierda apartar un ligero mechón de su cabello que se posaba sobre su mejilla derecha. - Oh, genial. Siempre hay gente amable que termina agradeciéndote el trabajo que haces por ellos. -Una gran sonrisa de satisfacción apareció en su rostro. - Perfecto, muchas gracias Leo. Puedes hacer un pequeño descanso para ir a almorzar pero antes si no te importa antes ponme con la línea del Señor Hazen, la que le dije hace unos instantes. - Le dedicó una pequeña sonrisa al joven y caminó hacia su despacho, abrió la puerta de aquel habitáculo pero antes paró en seco y volvió a mirar a su -ahora- secretario. - Cuando vuelvas del almuerzo, pásate por aquí, por favor que tengo unos papeleos para que archives, gracias Leo. - Y dicho esto, la joven cerró la puerta para así ponerse al lío de nuevo.