Día de hermanos {Abby}

Killian resopló. Fue un pequeño bufido que intentó disimular como pudo. Había quedado en diez minutos con su hermana en una de las cafeterías que había en Chinatown. En realidad ese no era el problema. Le gustaba estar con su hermana por mucho que su hiperactividad a veces pudiera sacar de los nervios al calmado Killian. El mayor de los problemas es que habían quedado porque a su hermana se le había ocurrido que tenía que comprarse ropa. O cualquier cosa que se le ocurriera, en realidad. Un día de hermanos, como ella los llamaba.

Sabía perfectamente cómo iba a terminar ese día: dando vueltas y más vueltas, cargado con mil bolsas, mientras su hermana entraba en todas y en cada una de las tiendas, se paraba con mil personas para hablar y conseguía que tuviera un dolor de cabeza. Killian difería bastante de lo que sería un buen día de hermanos: una comida casera, disfrutando de los platos coreanos que su hermana preparaba, una cerveza fría, hablar sobre lo que fuera y quizá disfrutar de una película. Esa tranquilidad que por regla general no existía en su vida y que necesitaba como quien necesita respirar.

Llevaba el móvil en la mano. Siempre lo tenía cerca por si Aidan o alguno de los miembros de la mafia le llamaban para algún asunto. Vestía unos vaqueros desgastados que seguramente habían visto tiempos mejores, una camiseta blanca ajustada a su cuerpo fibroso y la chupa de cuero. Las botas militares eran casi una constante: cómodas, adaptadas a su pie, que le permitían movilidad. La moto la había dejado aparcado unas calles más atrás sabiendo que al final del día terminarían volviendo a ese lugar.

Cuando divisó la cafetería volvió a suspirar mientras guardaba el teléfono móvil y se apartaba un mechón rebelde de cabello oscuro del rostro. Su mirada se paseó en un barrido para asegurarse de que no había problemas cerca y se dirigió directamente hacia el interior. Buscó ya dentro a su hermana con la mirada, frunciendo brevemente el ceño al no verla y volvió la atención al reloj de muñeca.

Como siempre llegaba cinco minutos pronto.

El coreano fue como un bálsamo para sus oídos. Se había acostumbrado al inglés, sí, pero todavía mantenía el acento. En el pasado le había traído problemas, muchos, sobre todo al principio. Sin embargo su lengua materna era para él como la mejor de las melodías. El tono de voz de su hermana era dulce, a pesar de hablar a toda velocidad. Sin hacer caso de las miradas que en esos momentos estaban sobre ellos se movió ligeramente para poder mirarla.

Su mirada oscura se aseguró primero de que estaba bien a simple vista, de que no había nada fuera de su lugar. Algo que siempre temía era que cualquiera de los otros grupos vieran en su hermana la presa perfecta para hacer presión. Observó su bonito rostro, sonriendo por un momento al verla con esas gafas de lectura que a simple vista parecían quedarla grande y que sin embargo la quedaban perfectas.

—No te preocupes Jae-ah. —respondió por fin, después de ese escrutinio inicial que le permitió ver que estaba sana y salva. Había cosas que solo hacía con su hermana y una de ellas era abrazarla como hizo a continuación y besar suavemente sus mejillas. —¿Quieres que vaya a hacerla una visita… de cortesía?

Estaba bromeando aunque el frío que cubrió por un momento su mirada oscura indicaba que si su hermana le dijera que lo hiciera, no dudaría ni dos segundos. Killian era protector con ella, demasiado, hasta el punto de que podría dar su vida en un solo instante sin pensar si supiera que se encontraba en peligro. Separándose de ella hizo un gesto a una de las mesas, en un rincón, dirigiéndose directamente hacia el asiento que se encontraba dando la espalda a la pared.

—¿Tomamos algo o prefieres que vayamos a comprar directamente?

—Si no me metiera en ellos, no sería yo.

La relación de ambos hermanos era así: se preocupaban por el otro porque en el fondo era lo único que les quedaba. Por mucho que Killian estuviera en la organización, sabía que los lazos de sangre tiraban y mucho. Tenían familia en Corea, por supuesto, pero no los habían visto ni habían sabido nada de ellos desde que se mudaron a Chicago. Eran desconocidos. Su familia era esa mujer que tenía delante de él preocupándose por la ropa que se compraría y por la comida.

—Es injusto que te tenga haciendo eso después de lo que has estudiado. —reconoció aunque en el interior estaba aliviado que no se metiera de lleno en la parte de investigación porque eso la pondría en peligro. —Conseguirás lo que te propongas, como siempre lo has hecho. Eres la mejor en tu trabajo y si esa vieja urraca no sabe apreciarlo es que está completamente ciega. —se terminó por sentar en la mesa esperando a que su hermana hiciera lo mismo. —Mmm… creo que necesito algunos pantalones y un par de camisetas. Las últimas quedaron destrozadas.

Era mejor no decir que lo habían hecho después de haberse metido en un altercado y es que las manchas de sangre no salían demasiado bien de la ropa. Prefería quemarla a tener que esforzarse en lavarla. No siempre, pero sí la mayoría de las veces. Miró a su hermana a los ojos por un momento.

—No tengo tiempo para chicas, Abby, ya lo sabes. Además no arrastraría a nadie a mi estilo de vida. —el tono era sereno, en un tono bajo que permitía que ella le escuchara pero no las personas de a su alrededor. —Tengo hambre, así que te invito. Puedes pedir lo que quieras.

Abby torció delicadamente el gesto en los labios. Si,…no era la primera vez que su hermano le decía que no tenía tiempo para una pareja pero ella sabía perfectamente que la razón de no tener una era que no quería hacerla daño o que algo le ocurriera, ni más ni menos…ya habían tenido muchísimas muertes en su familia, sus amigos…sus conocidos. Era algo que cansaba.

-Dubokki- dijo ella finalmente como un modo de cambiar radicalmente de tema. No era un momento para hablar de cosas tristes, y eso incluía el trabajo de ambos y las citas- Aunque ya sabes que puedo comer lo que sea de nuestra comida.

“Nuestra comida” hacia referencia a los platos coreanos que normalmente ella cocinaba pero que también le gustaba tomar fuera. Le hacía sentir que estaba en casa… extrañaba aquel país. Abby era una pequeña friki de su tierra, los dramas, la música kpop, todo le encantaba… En más de una ocasión le había insistido a su hermano de viajar allí en unas vacaciones, conocer a la familia…pero claro, para eso tampoco había tiempo, el no podía alejarse tanto y ella sabía que viajar hasta allí sin su hermano no sería lo mismo.

-Y soju…por favor…-beber alcohol al mediodía… no era lo usual en ella pero tampoco estaba mal. No se emborracharía, aunque tampoco sería la primera vez que su hermano la viera en esa condición.

Killian sonrió de medio lado. Que su hermana pidiera Dukbokki en cuanto tenía oportunidad no era algo que le sorprendiera en absoluto. Eso y el kalbi eran dos de las comidas favoritas de su hermana. Esa última también lo era de él. Lo que quizá no le gustó tanto fue lo que fuera a tomar soju a esas horas del día.

—Una botella. —comentó mirándola con gesto serio. —Entre los dos.

Sabía que no les haría nada. El alcohol podía entrar bien, demasiado bien, cuando se tomaba con cerveza o, incluso, con refrescos. No debería beber aunque tenía el aguante suficiente como para hacerlo sin que se le notara a simple vista hasta pasadas varias botellas. Muchas dirían algunos. Killian prefería mantener la mente libre del embotamiento del alcohol siempre que tenía oportunidad.

—¿Aquí o prefieres que nos vayamos a otro lugar? —preguntó mientras la miraba, observando el rostro de su hermana. Analizándola. Intentando saber qué era lo que podría preocuparla para pedir alcohol a esa hora.

El trabajo podría ser. Sí. Su hermana había trabajado duro para llegar a donde estaba. Era inteligente, trabajadora y pertinaz. Killian siempre había estado orgulloso de esas facetas de la mujer que tenía delante. En realidad, estaba siempre orgulloso de ella. Había conseguido seguir hacia delante, mantener el equilibrio entre ambas culturas en las que se había criado, a pesar de todas las dificultades.

Y todo ello sin ensuciarse las manos de sangre como era su caso.

Abby no era consciente de que la ocurriera nada… o nada más allá de los problemas en el trabajo, pero aquellos le sacaban de quicio. No le hubiera importado que le mandara alguien que supiera mucho del tema, con una brillante carrera….pero su jefa no era eso. Había llegado donde estaba consiguiendo un par de entrevistas muy jugosas a base de airear la vida de algunos famosos y con otro par de entrevistas que no tenían nada de especial. Abby tenía más talento que ella solo en la punta del dedo índice…y eso quería pensar.

-Podemos comer aquí, esta bastante bien y seguro que hay una mesa alejada donde podamos estar un poquito más tranquilos- contestó ella mientras revisaba todo cuanto la rodeaba.

Killian sabia controlar los lugares para evitarse problemas, para adelantarse cuando estos existían. Cuando llegaba a un sitio su hermana le veía buscando a la gente que podía ser peligrosa o las salidas que pudiera necesitar. Era algo natural que hacía sin darse cuenta.

A ella le pasaba exactamente lo mismo solo que con los locales. Conocía muchos como la palma de su mano, sabía quien los visitaba, quien era el dueño, donde se comía y bebía mejor, donde sentarse… vamos,lo que era imprescindible.

Precisamente por eso tiró de su hermano arrastrándolo hasta las mesas apartadas que tenían una “parrilla” de carne en el centro. Se quitó el jersey, se recogió la larga melena azabache y se sentó allí a sabiendas que aquella era la comida favorita de su hermano… y le encantaba darle caprichos de vez en cuando.

-Está bien, una botella… pero entonces también quiero algo de beber, coca cola por ejemplo.

-He comido alguna vez, ya sabes que he comido prácticamente en toda la ciudad- le contestó con una sonrisa.
Cuando les trajeron la bebida ella comenzó a preparar el soju para su hermano, que después de todo era la persona mayor… y si no hubiera dado exactamente igual porque reverenciaba a su hermano más que a cualquier otra persona en aquel mundo.

-¿Cómo van las cosas?.

Le preguntaba en general y su hermano sabía perfectamente a que se refería. Los dos hermanos se conocían lo suficientemente bien como para entender lo que el otro quería decir sin tener que explicarse demasiado, en ocasiones sin tener siquiera que contestar.

Y si, le preguntaba por su mafia que después de todo era la vida de su hermano. Ella podía encontrarse alejada de esta, pero jamás estaba alejada del todo. Tenía conocidos dentro de aquel “mundillo” e incluso amigos, así que estaba más al menos al corriente de todo lo que pasara, aunque por supuesto no sabía nada del todo.

Tampoco tardaron demasiado en traer la comida de ambos, el dobokki y la carne del hombre que dejaron a un lado para que el mismo pudiera colocar sobre las brasas. Pero fue ella sin embargo quien se dedicó a tomarla con los palillos de metal y colocarla directamente sobre las brasas del mismo material dejando que se hicieran lentamente. Sabía cuál era el punto justo que le gustaba a su hermano para comer aquello.

—Se me olvidaba que cuando se trata de comida nada se te pasa por alto. —bromeó Killian mientras la miraba a los ojos con una clara sonrisa. Con Abby las sonrisas sí que eran verdaderas, no muecas que ponía pero que no llegaban a iluminar sus ojos oscuros. —Igual deberías dedicarte a escribir una columna sobre restaurantes.

No lo decía en serio, por supuesto. No totalmente al menos. Sabía perfectamente la vocación de su hermana. Observó cómo le preparaba el soju en el pequeño vaso, pero por el momento no se acercó a él. La vocación de su hermana era el periodismo de investigación. Siempre, desde pequeña, le había gustado investigar, le había gustado conseguir información. Y era jodidamente buena en ello. Tras esa sonrisa eterna, esos hoyuelos y esa figura  menuda estaba toda una "Sherlock Holmes" oriental. Eso era algo que le preocupaba, pero respetaba.

Miró a Abby, la forma en la que iba preparando la carne. No había contestado de inmediato a su pregunta. Sabía perfectamente que ella conocía a qué se dedicaba. Era imposible mantener un secreto de esa nariz curiosa. Sin embargo, le hubiera gustado que viviera una vida completamente diferente. La miró a los ojos antes de hablar.

—Eres demasiado curiosa. —declaró, pero no era una amonestación ni una crítica. No, era solo un comentario. Fue entonces cuando el tono bajó. Sabía que no tenía que preocuparse, del todo, por oídos indiscretos porque ambos hermanos llevaban toda la conversación hablando en coreano, pero aun así también sabía que había oídos por todas partes. —Tras la muerte del jefe, las cosas han estado un poco revueltas. Es el momento de más debilidad y puede pasar cualquier cosa. Solo espero que podamos salir adelante y mantener el culo de Aidan a salvo.

Lo decía en serio, por completo. Tomó el vaso, esperando a que su hermana hiciera lo mismo, y en un gesto rápido se lo tomó de un trago. El sabor del soju llegó pronto a su voca, un sabor intenso. A muchas personas no le gustaban o lo preferían mezclado, sino para Killian era uno de esos sabores que había sabido apreciar porque era su cultura, era su pueblo, era su historia… era algo que llevaba en la sangre y que echaba jodidamente de menos.