Por favor, sácame de fiesta.

Abby era mucho más rápida que otras mujeres a la hora de arreglarse, y la cuestión es que pese a esas prisas siempre quedaba de punta en blanco, casi como una modelo de una de las muchas revistas de moda que ya se había acostumbrado guardar en un enorme  baúl en su habitación. De esas revistas precisamente sacaba las ideas para vestidos como el que llevaba aquella noche: negro, sencillo, con la espalda prácticamente descubierta y una falda que sin duda alguna hubiera mosqueado a su hermano.  El conjunto lo terminaban unos tacones altísimos que podía permitirse gracias a su corta estatura y a unas piernas perfectas.

Miró el teléfono…ya llegaba tarde y algo que odiaba era la impuntualidad. Recogió de encima del tocador todo lo que veía: pañuelos, teléfono, cartera, llaves, pintalabios y maquillaje por si fuera necesario, preservativos… y salió de la casa pitando. Por suerte no le costó nada encontrar un taxi (no podía ir en la moto con aquellas pintas).

En el camino no pudo evitar pensar cuando necesitaba esa noche de diversión. El trabajo llevaba unos días siendo especialmente difícil. Su jefa se había empeñado en relegarla a un puesto secundario donde solo podía hablar de los famosos de la ciudad, de donde comer, de que vestir… y aquello no le llenaba, no era el periodismo de investigación que ella había estudiado. Demonios, servía para mucho más que eso. ¿O es que sacar una de las mejores notas de su clase en la graduación no le había servido absolutamente para nada? De seguir las cosas así tendría que dejar el periódico y era algo que le molestaba; tal y como estaban las cosas no estaba para nada segura de encontrar otra cosa.

Veinte minutos más tarde se encontraba en las puertas del Heaven Night Club y buscaba a su amiga entre la multitud que se agolpaba frente a ellas.

El cómo había conocido a Giselle… bueno, se podía decir que era una de las pocas personas relacionadas con los asuntos turbios de su hermano a quien no le importaba tener cerca. Cuando estaba con ella se olvidaba del trabajo, de la jefa que le hacía la vida imposible y de lo ligeramente tímida que era a la hora de tratar con la gente. Había personas así, que sacaban de tu interior partes de ti mismo que siquiera conocías.
Miró el fino reloj de plata que le adornaba la muñeca. ¿Había llegado demasiado tarde y Gisele ya había entrado? ¿O es que estaba perdida entre toda esa gente y Abby no podía verla por ser tan bajita? Sacó el teléfono por si había alguna llamada perdida y repasó la zona una vez más dejando escapar un lento suspiro de entre sus labios: empezaba a ponerse nerviosa.

--¡Gis! –exclamó la joven al ver llegar a su amiga.

No tardó demasiado en ponerse en pie y saludarla con un beso en cada mejilla intentando que ninguna de las dos perdiera demasiado la base del maquillaje o el lápiz de labios.

-¿Has visto? He conseguido “escaparme” de mi hermano- aquello lo había añadido con una sonrisa porque sabía cuanto le molestaba a su amiga tener a Killian tan preocupado por ella en aquellas ocasiones, pero a la vez con cariño… entendía por qué el hombre se preocupaba tanto y desde luego intentaba siempre cuidarse.

Miró de arriba abajo a su amiga que como siempre estaba guapísima. La noche de fiesta acababa de empezar y a aquel club en concreto aún estaba llegando la gente. Quedaba mucho por delante y las dos tendrían que aguantar, desde luego. No era la primera vez que regresaban a casa a la mañana siguiente.

-Mañana libro en el trabajo así que…¿Sabes lo que significa eso? –Preguntó nuevamente con una sonrisa de lado a lado. Aquello significaba que tenían muchas horas por delante y que podrían hacer mucho más de lo que hacían los días que la coreana estaba obligada a madrugar a la mañana siguiente.