¿Cena para dos? (Abby Lee)

Estaba en la piscina, nadar, haciendo crol por el agua despejaba la mente y me hacía olvidar de cada una de las muertes y sangre que corría por las venas. A cada movimiento, cada golpe con el agua era un golpe contra todo, una manera de viajar lejos, de volver a los países del norte, a mi Finlandia, de no pensar, de no sentirme culpable, de no tener pesadillas. Nada. Solo nadar, sin tiempo ni cronometro, pero el agua era mi ambiente y me sentía bien ahí, casi mejor que en la propia tierra. Llevaba horas ahí metido, demasiadas, tenía las manos y pies arrugados así que después de pasar toda la tarde ahí metido, salí del agua. Puse las manos sobre el frío suelo y me senté en el bordillo tomando la toalla negra que tenía para secarme el pelo un poco, debido a que esta noche había quedado con Abby. Una cena para saber como le iba todo, debido a que nuestra relación no era demasiado fuerte, tampoco es que nos llevaramos mal. Había reservado la cena en un restaurante normalito, Killian no sabía de ésto, pero no iba a comentarselo a no ser que preguntase. Era como un grano en el culo cada vez que me veía con Abby. Demasiado sobreprotector en gran medida. Suspiré y me levanté secandome el cuerpo con tranquilidad, no había prisa. Hacía tiempo que no sabía nada de mi hermano menor y empezaba a preocuparme, aunque había sido el que lo había abandonado con aquella familia, seguía siendo mi responsabilidad ¿me odiaría?. Suponía que sí.

Cuando me terminé de secar, me puse una camiseta negra y fuí a los vestuarios, donde me terminé de vestir. No sabía de que coño hablar con ella, pero algunos días me gustaba tener algo de normalidad. Puede que le propusiera a Aidan infiltrarme en los policias o hacer algo de provecho, eso de solo ser el alumno de Killian no me hacía sentir productivo, además, llevaba diez años con él...el aprendizaje estaba hecho. Di un bufido y me pasé las botas, mi estilo era muy gótico oy rockero, quizás esperaba ver en algún cartel que buscaban batería para unirme pero no había de eso. Debía hacer algo y los contactos no ayudaban. Cuando estuve preparado, tomé la mochila con el pelo aún mojado y me dirigí al restaurante ese. No estaba muy lejos de la piscina donde solía nadar. El camino en silencio, se me hizo largo, los pasos escuchando a los demás viandantes con sus vidas poco interesantes y pensando de que hablaría con ella. No acostumbraba a hacer o quedar para cenar, pero ante la espontaneidad de la menor, no iba a decir que no ¿no?. Los nervios estaban a flor de piel, sabía de buenas que no acertaba las palabras correctas en el momento necesario por ello principalmente escucharía. Sí, ese era el plan. Escuchar y actuar. Escuchar y comer. ¿Discutir? también se veía como una posibilidad. Tendíamos a ello, aunque lo tendía con casi todos, era abrir la boca y el fuego, el bosque se quemaba y el viento soplaba creando discusiones y palabras malsonantes.

¿Como continuabamos quedando? ni yo me lo explicaba. Cuando llegué al restaurante, vi que las mesas aún estaban vacías, aunque había gente dentro empezando a pedir. Miré aquel movil fuera de la modernidad y no llegaban a tocar las 21:30 así que aunque un poco tarde, había llegado el primero. Me acerqué al que dirigía a todos los camareros- Tengo una mesa reservada para dos a nombre de Khai Hietala-le dije con claridad, a lo que él buscó entre la lista de comensales mi nombre, cuando lo encontró sacó el boligrafo y lo tachó- Exacto ¿y su acompañante?-preguntó y me encogí de hombros-Vendrá-respondí escueto de palabras. Él asintió y llamó a uno de los camareros que me dijo cual sería nuestra mesa, la número 27. Asentí y fuí afuera sacando un paquete de cigarrillos, extrayendo uno con su mechero para encenderlo. Lo guardé todo y vi como el cielo oscuro gobernaba Chicago, apoyado en la pared, me quedé allí esperandola. Di una calada y los pensamientos viajaron pero eran recuerdos dolorosos que no quería saber. Tenía ganas de nadar de nuevo. Debía comprarme una batería, solo tuviese dinero, hacía años que no tocaba una y temía haber perdido las facultades musicales. Me negaba. Era lo poco que me quedaba de mi padre.

Tampoco yo sabía muy bien por qué seguía quedando con aquel chico. Durante tiempo había supuesto que era por gratitud… tantos años haciendo compañía a mi hermano quien por otra parte no tenía demasiados amigos. Diez años habían pasado ya desde que todos nos conociéramos… cuando yo tenía 15.

15 años… una edad difícil donde, por cierto, me había encoñado de el, claro que nunca le había dicho nada, primero porque era muy cría y después porque a mi hermano no le haría gracia ninguna. Así que se quedó como un secreto hasta que se me pasó por completo la tontería… o eso  quería creer.

Había comido con mi hermano aquel mismo día y no se me había ocurrido decirle que había quedado con Leo. ¿Por qué? Bueno… era un amigo más y tampoco le dejaba cuentas de lo que hacía o dejaba de hacer con todo el mundo. Por las prisas me había dejado los pantalones negros ajustados y me había puesto un corsé rojo granate con una cazadora de cuero en la parte superior. Si quería ir de un estilo parecido a el (y conocía de sobra cual era), podía hacerlo.

-¿Cuántas veces te he dicho que no deberías fumar? El tabaco te destroza por dentro… cualquier día te va a pasar algo.

Así era ella: preocupada y un tanto borde a la vez, pero en cuanto le vio esbozo una sonrisa de lado a lado en los labios consiguiendo adoptar una pose adorable.Llevaba el pelo suelto y eso le daba un aspecto más maduro a como el solía conocerla.Sedoso y largo le caía hasta media espalda y enmarcaba su rostro.

Caminó hasta quedarse frente a el, una distancia de un par de metros tan solo...suficiente.

-Por cierto...siento llegar tarde, estoy hasta arriba de trabajo.

El tiempo pasaba volando como los murcielagos a estas horas, pero ni me inmutaba, algunas personas empezaban a entrar en el restaurante y no quise asomarme a ver que hora era porque me negaba a creer que me había dejado tirado. Nunca lo había hecho, pero tenía el derecho a hacerlo. Vi la mochila de natación a un lado mientras seguía dando caladas. Lo más sensato hubiese sido llevarla al piso roñoso donde vivía pero casi prefería llevarla encima. Aquel sitio por mucho que lo limpiase siempre había goteras o se caían cosas, sabía arreglar cacharros pero no podía pasarme la vida haciendo malabares por no poder pagarme un piso decente. Debía encontrar trabajo y según había oído a unos viandantes, una abogada buscaba un secretario o una secretaria, así que buscaría eso por internet mañana por la mañana. Los minutos pasaban y seguía fumando, dejando que éste matara mi cuerpo con lentitud pero tampoco tenía demasiado por lo que vivir. Hacía diez años que la conocía pero no era suficiente, no sabía apenas nada de ella, quitando cosas superficiales que puedes saber de un recién conocido. Aunque con ella había intentado ser más cercano que con ningun otro, talvez por su hermano o por simple cordialidad, pero intentaba por todos los medios no acabar discutiendo pero al parecer era inevitable. Lo que estaba claro, es que esta cena solo lo sabríamos ella y yo, de enterarse él, digamos que el entrenamiento sería jodido. No podía quedar con ella casi, detrás de lo que hacía Killian por si le pasaba algo ¿quien se creía que era?.

Cuando la vi llegar con los pantalones negros ajustados y el corsé rojo casi me atraganté con el cigarrillo pero por suerte no pasó nada. Cuando era más pequeño ella me gustaba, me atraía de una manera inexplicable y aún no había olvidado ese sentimiento que se escondía bajo la coraza de la seriedad. Nunca le había demostrado nada y no pensaba hacerlo. Una de las cosas que no entendía, era porque cuando quedaba conmigo se ponía trajes más acordes a mi que cuando no, pero eso era cosa de ella, tal vez eran paranoias mías. Estaba realmente bella con ese look, demasiado atractiva provocandome, era como si quisiera darme la manzana envenenada para hacerme caer en sus redes. Siempre lo conseguía. Que ella se percatara o no, era otra cosa. Ella y Killian eran polos opuestos. Abby era la cercanía personificada, era de esas personas que caen bien y que siempre son soñadoras y agradables con todo el mundo, en cambio mi maestro de las artes marciales era frío y distante, seco y tajante y en los entrenamientos me daba asco muchas veces por su manera de tratarme, como si fuese un crío. Solo nos quitabamos tres años, aunque él me alejó de las drogas y de ver morir o drogarse al resto de...no, no podía pensar en eso en estos momentos.

Cuando hizo aquella pregunta, enarqué una ceja y me encogí de hombros. Estaba claro que no iba a hacerle caso, no sabía porque se empeñaba.-¿Y?-pregunté ante su preocupación, todos debíamos morir de algo. Además, no fumaba demasiado, solo cuando no había nada mejor que hacer. Nunca la había llevado a mi casa, a los pisos donde había vivido pese al tiempo que la conocía, pese a lo que habíamos hablado durante estos años pero no quería que conociese mi bajo nivel de vida, se suponía que los mafiosos eran ricos y poseían fortunas pero no veía nada de eso. Debía ser la familia nuclear de dicha mafia, donde su hermano era la mano derecha del nuevo líder. Cuando me terminé el cigarrillo y ella se puso enfrente, lo eché a un lado para no tirarselo en la cara junto con el humo.

-Entiendo-respondí con simpleza para separarme de ella e ir hacia la entrada del restaurante, esperandola para entrar dentro y el camarero nos indicó donde ibamos a cenar, la mesa era redonda y tenía un ramo de flores al medio, así que lo aparté dejandolo en el suelo. No sabía si a ella le gustaba eso de comer entre flores pero no era muy aficionado a ellas, dejé la mochila de deporte a otro lado , cuando un camarero nos trajo la carta con el menu, abriendolo sin prestar demasiada atención a la invitada porque me provocaba sentimientos que quería desterrar. Me negaba a ello.

Estaba más que acostumbrada a aquel comportamiento de el, frio y distante… quizás había sido precisamente eso lo que me había alejado de el hacía tanto tiempo, pero no era lo suficientemente duro como para que lo hiciera del todo y allí estábamos los dos.

Observe como apartaba las flores de la mesa y no puede evitar una sonrisa. Desde luego aquello no le pegaba lo más mínimo y a mi, de hecho, tampoco.  No es que no fuera romántica es que pensaba que el cariño se demostrada de muchísimas formas antes que matando a unas pobres florecillas que no tenían culpa de nada solo con la excusa de que “a las mujeres les gustan”.

-Me preocupo por ti… solo eso –Pronuncié aquellas palabras mientras me sentaba consiguiendo que estuvieran impregnadas de una calidez poco usual en las cosas que solía decirle, cierto toque de cariño y desde luego un tono aterciopelado que casi parecía acariciar a quien las escuchaba.

Me quité la chupa dejándola en el respaldo del asiento para estar más cómoda. Es cierto, elegía diferente ropa para estar con el, una que se amoldara más a su modo de vestir. No era extraño… lo hacía con todo el mundo porque pensaba que alguien que vestía semejante a otra persona daba más confianza… y Leo necesitaba confianza mucho más que otra gente, eso lo había descubierto con los años.

Quizás el no se diera cuenta pero en cuanto podía estaba atenta a lo que necesitaba. No es que le preguntara a Killian por el, pero si le dejaba caer en la conversación estaba atenta y más de una vez había observado los entrenamientos de ambos desde la distancia, escondida entre las sombras de aquel dojo que se conocía como la palma de su mano.

-Y bien…¿Cómo estás?¿Cómo te va la vida?

En aquellas ocasiones hablaba yo más que nadie y muchas veces discutíamos cuando intentaba sacarle las palabras “a la fuerza”, pero es que el era frio como un caminante del hielo y por alguna razón no quería verle solo. Quizás me recordara a mi hermano en una época muy oscura de su vida.

Que Abby me preocupara era un hecho. Era de esas personas por las que velaba siempre que me era posible, incluso cuando no. No sabía bien porque lo hacía, ya que tenía a su hermano y él podía protegerlo mucho mejor pero digamos que era un cariño que me fomentaba. Más de lo que querría, sabía de buenas que su hermano...detestaba que estuviera conmigo por unas razones que nunca me había dicho, era como si fuera malo para ella. Aunque podía imaginarme cuales eran sus razones: quería alejarla de todo lo de la mafia. Quería lo mismo para mi hermano menor, aunque a estas horas ya debía odiarme. Definitivamente, estaba solo. Lo de la mafia era...extraño, pese a formar parte de ellos, no era un fiel seguidor. Eso incluso Abby lo sabía, moví un cuchillo en la mesa nervioso por no saber que decir sin saber porque me metía en esos problemas. Lo fácil hubiera sido no ir a cenar, no hacer nada, o mejor dicho, hacer lo de siempre. Pero quería ser yo el que propusiera por una vez ir a cenar y éste había sido el resultado, un lugar incomodo donde mirarnos y no saber que decir, aunque ella solía hacer monologos por mi causa. Podría haber dicho que no. Tampoco es que me lo hubiese tomado a mal, si ya nos habíamos distanciado una vez, tampoco pasaría nada por otra.

-No hace falta que te preocupes, me arreglo bien solo-respondí con sequedad innata, a veces detestaba que me saliera ese tono, pero era por reacción. Debía mejorar eso, pero tampoco podía forzar. No sabía como me aguantaba, cuando lo normal era que todos se fueran, quitando a los Lee al parecer. Su hermano tenía una manera de ser parecida a como era, pero aún así no nos llevabamos muy bien muchas veces. Durante el principio de mis entrenamientos conseguía que a él le molestaran por mi causa. Ante esos pensamientos sonreí muy leve que a penas se notó, fué casi como invisible aquel gesto. Miré la carta y supe que pedir al instante, ya que era el único restaurante al que solía venir cuando tenía suficientes ahorros. Los demás los guardaba para pagar el alquiler y los gastos, estos eran espontaneos y muy pocas veces los usaba. Un capricho no iba mal, ya que la piscina a la que iba era gratis y no hacía falta pagar nada. Entonces miré a Abby intentando suavizar el gesto serio pero era como forzado.

Me quité la chaqueta y la dejé sobre la silla, ante su pregunta me encogí de hombros-Bien, como siempre-mentí con descaro, no me gustaba contar la vida a los demás, de hecho el que más podía conocer algo era Killian y ni él sabía nada. En eso eramos igual, ni uno hablaba de su vida ni el otro. Quise preguntarle lo mismo, como le iba, si había ido de conciertos, como era una vida sin matanzas ni sangre en las manos, sin delitos o antecedentes pero entonces llegó el camarero con un papel y boli-¿Que desean? -preguntó y dejé la carta sobre la mesa-Solomillo con patatas y...coca cola-le dije y éste apuntó con esmero, esperando a que mi acompañante pidiese. Moví el plato inconscientemente, siempre necesitaba hacer cosas-¿Y tu?¿que tal?-pregunté al acordarme de lo malecudaco que había sido por no hacerlo. Aún tenía las reglas de la calle en el cuerpo, me costaba no insultar, no robar, no hacer cosas que antes haría con soltura pero la mafia era diferente. Un juego mucho más peligroso.

-Una ensalada cesar- dejé escapar con una sonrisa- y vodka-cola.

No solía comer demasiado, no porque se preocupara demasiado de su físico, de las dietas o las calorías… simplemente es que siempre había sido una chica con poco apetito (salvo cuando estaba nerviosa, y en esos momentos comía demasiado).

-¿Y por qué no tomas algo un poco más fuerte? Casi parece esto más una cena en familia que una cita…. Entre amigos.

Aparto la mirada al darme cuenta de lo que he dicho y no puede evitar sonrojarme, aunque con suerte y gracias a la parcial oscuridad del sitio puede que el hombre no se de ni cuenta. Era una tontería… pero es que aquello no era una cita ni queriendo, con el tan borde y teniendo en cuenta su nulo interés hacia mí.
Pero en algo esperaba tener razón, y era que con el alcohol todo aquello se hiciera notablemente más fácil… ya se sabía que ayudaba a salir a las palabras que parecía ser lo que hacía falta en aquella ocasión, y en realidad siempre que estaban los dos solos.

-La próxima vez tendré que llevarte a bailar, a dar una vuelta en moto o algo así…seguro que entonces te sueltas un poco más, casi pareciera que te voy a morder…

Una nueva sonrisa en mis labios en este caso tal vez un poquito más juguetona mientras observaba como el camarero ya dejaba las bebidas en la mesa y volvía a la espera de que prepararan la comida en si. Bebo de lo mío y me paso la punta de la lengua ligeramente por el labio inferior para recoger las pequeñas gotas que se han quedado en este antes de volver a clavar mis ojos negros sobre el, observándole.

Al escuchar como pedía la comida tan light me sentí como un carnicero a su lado, ¿vodka para acompañar? en mi país natal, el vodka se bebía solo o eso recordaba pero aquí al parecer iba acompañado. A veces anhelaba regresar a aquellas tierras frías de donde tenía los mejores recuerdos, donde todo parecía un Edén, pero el viaje era demasiado costoso y seguramente me tacharían de desertor en la mafia. No avisaría. Era un tanto extraño en aquella secta llamada Mafia, de hecho hasta con la invitación al evento ese iría a regañadientes como si de un viaje al infierno se tratase. Hacía tiempo que no había bebido alcohol, al igual que no tomaba drogas, quitando los cigarrillos claro.Desde las muertes de ellos, las de mis padres...demasiada gente había empezado a dejar cosas pero todo se llenaba de un vacío que el silencio no podía suplir.

-¿Intentas emborracharme, Lee? te puedo follar igual sin ir borracho-respondí con simpleza, aunque dudaba que ella quisiese eso. Nadie en su sano juicio se fijaría en mi, además, tampoco era el plan, pero daba la sensación de que quería tema. Tacto, tacto, necesitaba de eso urgentemente. ¿Cita entre amigos?¿eso existía? seguramente sí, la social era ella de los dos, la que hablaba y no dejaba hablar aunque tampoco es que quisiera contarle mi vida ni nada por el estilo, para eso ya tenía a la humanidad con ganas de expresar cosas. Ese no era mi punto fuerte.

-¿Por que cuando quedamos te vistes como yo? parece que no tengas personalidad propia...al menos con eso-dije yendo al grano, quizás a la defensiva de lo siguiente que ella dijo, no temía que me mordiese ni nada por el estilo. No era como ella. Era diferente y no me apetecía, de todos modos tenía pensado hacer algo luego...algo que no se esperaría. Al no saber exactamente que eramos, me gustaba improvisar y sorprender, ya que quedabamos poco y era una de las pocas amigas en las que confiaba un poco pese a nuestra relación distante.

Cuando llegó la comida, empecé a cortar la carne con esmero para poco después, poner un poco del refresco en el vaso, me apetecía algo de acción, que me encomandaran una misión o matar a alguien. Llevaba rato con esas ganas pero no había nada, ni un maldito mensaje ni nada. No sabía si lo buscaba por huir de las cenas incomodas o...que. Era idiota por proponer algo que detestaba. Pero era la única excusa valida para verlaa, porque dudaba que saliese conmigo porque sí, eso normalmente nos llevaba a discusiones.

Fué encontes cuando vi que un policia entraba en el restaurante-Mierda-siseé, dejé de comer y me levanté como si me fuera al baño. Entré en éste y busqué un arma que aguardaba escondida en la ropa, siempre por si acaso y la cargué. Esperaba que no le preguntaran nada a Abby, la había dejado sola allí pero fué por reacción, le envié un mensaje "La poli esta ahi, ven al baño con disimulo. Tengamos sexo, no preguntarán" le envié, obviamente no ibamos a tenerlo pero si disimulabamos no pasaría nada. Prevención.

-Me puedes follar borracho, pero no creo que me folles igual de bien que sin estarlo y nuestra primera vez tiene que ser especial…asi que creeme, mi amor, no tengo ninguna intención de emborracharte para eso.

Mis ojos oscuros y grandes se habían entornado apenas perceptiblemente para observar al chico y los labios mostraron una sonrisa ciertamente maliciosa en la que  incluso me dejé el gusto de morderme el labio inferior. Había sentido una punzada de dolor con aquella broma del chico pero…¿Quería jugar? Bueno, entonces jugarían.  Conozco  muy bien las reglas de aquel juego.

-Me visto así porque quiero. Si me conocieras mejor o me preguntaras antes de juzgar te darías cuenta de que tengo una razón más profunda para ello, pero… como parece que no te da la cabeza para pensar tanto, dejémoslo en que tengo la libertad de vestir como me gusta… y esto me gusta, igual que a ti… ¿O crees que no me he dado cuenta de que antes no me quitabas los ojos de encima?.

Y ya estaba, el chico había convertido la gatita que soy  en una leona. Me recosté hacia atrás en el asiento. Había hablado sin apartar la mirada de el dejando claro que no le tenía miedo, ni a el ni a sus palabras. Bebí un largo trago de mi bebida sintiendo el calor aferrándose a mi garganta y mi pecho.

Cuando vi que te levantabas me preocupé solo unos instantes por si te habías enfadado, pero aquel mensaje lo solucionó todo y solo consiguió que me cabreara un poco más. Con el reflejo del teléfono miré al policía y suspire… ¿Por qué demonio habías decidido venir a un lugar público?. Sin más saqué el estuche del maquillaje de mi bolso para disimular y me encaminé al baño dejando la chaqueta en la mesa aún para dejar claro que no pensábamos marcharnos sin pagar.

Sin más abrí la puerta del baño buscándote con la mirada.

Ella siguió la broma, aunque más bien iba en serio. A medias. Me gustaría follarla, para que engañarnos pero ella no lo tomaría en serio. O sí. Joder, dudaba de todo. Ante su palabrería rodé los ojos. No iba a perder el tiempo respondiendo todo eso, era un malgasto de saliva innecesario. "Especial", "amor" demasiadas palabras afectivas en una misma frase. Incluso siendo broma no me gustaban, no sabía que responder a ellas, era como nadar desnudo en una piscina en todos con bañador. Temas incómodos a respuestas que no sabía que decir, por ello me aferraba al silencio como un niño a su peluche favorito. Digamos que mi peluche en la infancia había sido la batería, un juguete extraño. Mi casa siempre había estado en un ambiente musical raro de describir, por ello, el no tocar la batería hacía que sintiera vacío, que algo me faltara. La cena estaba yendo bien pero no había logrado nada, ni si quiera saber un poco de ella. No sabía exactamente que haría con la información, me daba la sensación que al recopilarla era como uno de esos psicopatas o asesinos en serie. Era algo así.

Ante sus siguientes excusas de como vestía, me dieron ganas de aplaudir por tanta palabrería. A veces me preguntaba si esa clase de personas no se quedaban afonicas de tanto hablar. Tanto blablabla me aburría, así que miré por la ventana observando las calles pensativo, ignorandola con descaro, como si no me importara lo que dijese y aunque no era así, tampoco es que me deleitase escuchando como se defendía por una frase simple. Debía aprender a actuar y no ha parlotear como un loro. Me dieron ganas de darle alpiste en esos momentos pero solo tenía un jugoso solomillo que me miraba deseoso de que lo comiera, desvié la mirada al plato y proseguí comiendo hasta que vi a los uniformados entrar. Fué entonces cuando todo se fué a pique. La cena, sus parloteos, todo.

Me fuí a los baños y la esperé, no tenía prisa y se suponía que iba a ser policia pero tampoco era sospechoso irse al baño. Cuando ella llegó, la miré de arriba a abajo-Bien, ahora es cuando te quejas, te cabreas, montas un drama...escucho con paciencia y te ignoro ¿cierto?-pregunté al ver su rostro de pocos amigos. No era para tanto, me crucé de brazos esperando su serenata de tonterías.

El gesto que había parecido enfadado en los ojos de ella desapareció lentamente mientras le escuchaba hablar para transformarse en algo muy distinto que el no había visto nunca cuando trataba con ella: dolor. Fue perceptible durante apenas unos instantes y después desapareció con un gesto de ella que sería difícil de describir, pero que desde luego no era enfado. Era como si aquello no le importara.

-No. Eres lo suficientemente imbécil como para no entender nada…pero sin embargo…

La mujer, que había mantenido el puño apretado todo ese tiempo, extendió la mano y la alzo lo justo y suficiente para tomar el impulso necesario con el que cruzarle la cara a el de una bofetada. Se lo merecía… ¿Quién coño se creía que era para jugar con ella así? ¿No le gustaban las palabras? Bueno, allí estaban los actos. Después de todo el la había invitado a cenar… ¿Para qué? ¿Para reírse de ella?.

Abby tenía la fuerza suficiente como para hacerle daño pero si algo había aprendido en todos esos años practicando artes marciales era a contenerse, y eso hizo en ese momento, dejar que el golpe no fuera demasiado grande… quizás solo un aviso… la gata sacando las uñas.

Algo había dicho el para ponerla así porque Abby no solía reaccionar de esa forma y menos con el con quien, a pesar de haber discutido en innumerables ocasiones… bueno, nunca le había puesto la mano encima. Pero era eso… Le llamaba para cenar, la soltaba lo que la había soltado y cuando ella le contestaba… ¿La respondía así? Abby nunca había dejado que jugaran con ella y desde luego aquel no sería el primer momento.

Todo se iba a pique. Seguramente de estar en un barco habrían empezado a hundirse los camarotes, el rostro de ella era como un mapa, pero el problema es que no entendía demasiado bien porque o que había pasado. Pese a las relaciones-escasas-con la gente, pese a saber que la había cagado por sus gestos, sus movimientos sutiles, muchas veces no lograba entenderlo. ¿Cuál había sido el problema? la había llamado para escondernos. De ahí a sus expresiones, era una cena de amigos, aunque me hubiera gustado decir que era de algo más que eso, pero no. Solo amigos. Sus palabras me dolieron, me hicieron daño pero siempre ante eso, me ponía a la defensiva para que no traspasara la muralla. No quería que traspasara todas aquellas piedras que había construido ante la gente para que no me conocieran, pese a que ella, se las había saltado con bastante facilidad ante mis narices.

Lo que tampoco vi venir fue el bofetazo que me dio, haciendo que girase el rostro y la mejilla ardiera por el golpe. La miré sin entender, sin comprender pero la ira me envenenaba la mirada. Sabía que lo correcto era pedir perdón, pero era lo único que no pasaba por mi mente, le cogí las muñecas e hice que se apoyara en la fría pared mirándola a los ojos en una muy corta distancia, donde podía olerle el aroma de su boca. Lástima que no tuviera intención de besarla. Lástima que la rabia y la confusión parecían acogerme en estos momentos, me acerqué a su oído y le susurré- No vuelvas a repetir eso, Lee-separé las manos de sus muñecas. La invitaba, la trataba bien (dentro de lo que cabía) y ¿recibía eso? ¿qué coño se hacía con ellas? Di un leve bufido.

-Si tanto te molesta mi presencia es fácil. Di no. No quedes conmigo, no vengas. –dije seco, a la defensiva, aunque era lo último que deseaba pero me negaba a que discutiéramos cada vez. Se hacía cansino y casi siempre era mi culpa, por…ser así. Lo conveniente era que no quedase o mejor…no proponerle nada-Vete, pago la cuenta-dije molesto y cabreado por no saber cómo tratarla pero intentando por todos los medios reaccionar como una persona sensata pero estaba haciendo sobreesfuerzos, deseaba golpear algo, en esos momentos necesitaba una batería para descargarme o incluso nadar. Busqué el paquete de cigarrillos y no lo encontraba, genial, todo iba de puta madre.

El cuerpo de Abby era un juguete entre sus manos. La chica no pesaba nada, no era difícil de mover y el tacto de sus brazos entre las manos del hombre se adivinaba frágil, la piel sedosa y cálida. Tan de cerca podía oler el aroma de ella a te verde y el jabón que había usado para ducharse antes de venir, y también el vodka en sus labios. Y temblaba…¿Por qué temblaba? ¿Le tenía miedo?.

No era eso.. sino que la presencia cercana del cuerpo masculino le había hecho estremecer y sonrojarse nuevamente. Apartó la mirada a un lado para que el no viera como sus ojos se humedecían ligeramente a causa de unas lágrimas de frustración que forzaban por salir, las cuales el sin duda tomaría como el resultado del dolor que le estaba causando en las muñecas.

-¿Y tu? Me invitas, me insultas por como visto, por como te hablo.. me dices que no me escuchas… ¿Por qué me invitas? Joder, estoy aquí escondiéndome de la policía por ti.

Ella no tenía por qué ocultarse, no tenía crímenes a su espalda y siquiera una multa de tráfico. Nada. Se había intentado alejar de esa vida tanto como había podido y allí estaba, jugándosela para que el pudiera esconderse.

-¿Por qué hablas de follar cuando parece que te doy asco?.

Y tras decir aquello último hizo fuerza para soltar las manos y el hombre la dejó… mejor… lo siguiente de no ser así habría sido una patada en la entrepierna que seguramente le habría dejado sin la posibilidad de tener hijos en un futuro.

Al ella hablar, al notar como temblaba me sentí como el asesino que era, como aquel mafioso que no hacía nada bien, más cuando vi aquellas lágrimas caer que fue cuando la solté. No. No quería que pensase eso, que me viera como alguien así. No ella. Aunque era tarde, imaginaba que ya lo pensaría. No sabía qué hacer para enmendar tantos malos actos juntos, no sabía cómo demonios actuar con ella.

Ante sus palabras, suspiré dolido, desapareciendo toda la molestia y la ira casi al instante. Había sido un idiota por tratarla así después de lo que ella había hecho. Ya lo entendía todo. Demasiado.

-Quería que disfrutáramos de una noche asolas…de hecho quería mostrarte un lugar-murmuré, tampoco era gran cosa, pero seguía viendo lo de la cena como una cita y no como una simple cena. Una cita jodida.-Te invito…porque sí, porque quiero. Pensaba que todo saldría bien.

Ante la última pregunta rodé los ojos-Era una excusa, no íbamos a follar ni nada. No me das asco. Al revés-me aparté de ella mirando el espejo donde estábamos los dos pero aquello era tontería. Salí del baño y fui a la mesa donde esperaba la cena. Si iba a infiltrarme con ellos, lo mejor era no dar sospechas.

Me senté y seguí comiendo como si nada, aunque se me había quitado el hambre.

Al menos en aquella ocasión la había escuchado, y eso ya era mucho. Entrar en ese chico, en su mente, en su corazón esta extremadamente difícil… y ya conseguir que algo saliera de el era prácticamente imposible. Ella lo sabía… había conocido su exterior, esa fachada que quería mostrar, durante aquellos diez años pero de quien era realmente no tenía la menor idea aunque pudiera intuirlo.

Ella le escuchó atentamente y hubiera sonreído de creer que aquello le sentaría bien, pero no quería que pensara que se estaba riendo de el ahora que se había abierto un poco. Dejó que se marchara y ella tomó aire. Sentía el corazón latirle a mil por hora… la cercanía que habían tenido hacía solo unos instantes, la discusión….  Había sido demasiado en un corto intervalo de tiempo.

Después salió y recorrió el espacio que separa el baño de la mesa como si aquello fuera la milla verde, lenta, con un millón de pensamientos dándole vueltas a la cabeza. Llegó a la mesa pero no tomó asiento sino que colocó la mano delicadamente sobre el hombro de el y se inclinó a dejar un beso en su mejilla, cerca de la comisura de los labios… y si: había sido a propósito.

Fueron solo unos instantes, unos segundos tras los que ella volvió a apartarse y tomó asiento donde estaba antes dándole un gran trago a su bebida para intentar refrescarse sin conseguirlo demasiado. A ese paso, bebiendo tanto y tan rápido el alcohol no tardaría demasiado en subírsele a la cabeza.

-¿Y donde dices que vas a llevarme luego? –pregunta con una sonrisa.

Eso significaba que no pensaba darle más importancia a lo que había pasado antes, al menos a lo que había hecho el y a por qué se había sentido tan mal y tan insultada. ¿Para qué seguir pensando sobre el pasado, por muy cercano que este fuera?.

La chica comió un poco de ensalada mientras repasaba con la mirada el local en busca del policía que había entrado antes. ¿Se había ido? ¿El estaba fuera de peligro? El peor miedo que tenía en esos momentos es que la policía estuviera buscando a Leo por algo en concreto, que le hubieran visto y le esperaran fuera para no armar jaleo en el local. Pero claro… ella no estaba al día de las idas y venidas de aquel chico.

No tenía mucho más que decir, a veces era mejor no decir nada. Ella me trasmitía paz, tranquilidad y podría decirse que no me importaría meterme en problemas por ella, claro esta que Abby lo desconocía. Tampoco es que pudiese contar con mucha gente pese a que tenía brazos que siempre me tendían la mano para ayudarme, sabía que era un hecho, pero la desconfianza era tan básica en mi instinto que lo encontraba natural, en cambio me era extraño cuando la gente confiaba ciegamente en los desconocidos hasta el punto de contarles su vida al primero que pasaba.
Todo cambiaba, todo permanecía igual. Miré la gente del restaurante que seguían comiendo con normalidad, hablando de sus cosas mundanas y vi el plato, intentando evitar pensar en lo ocurrido.

A veces me gustaría contarle cada una de las preocupaciones, pensamientos, añoranzas o tristezas, pero en el fondo tampoco quería rallarla con cosas personales. Había aprendido a sobrevivir en las calles y en el orfanato, incluso en aquella familia adoptiva que desprendían empalagosidad en cada uno de sus poros. Mi hermana debía estar estudiando o incluso trabajando en Chicago pero desde que la dejé hace diez años o más, no sabía nada de ella. Comí del plato evitando esos pensamientos que me atormentaban con las dos palabras asesinas “mal hermano” Tragué saliva y bebí la coca cola, ella tardaba en regresar y empezaba a impacientarme,  observé la salida de los baños y allí estaba ella. Bien. Poco a poco todo parecía volver a la normalidad. Error. No todo.

Ella se puso tras de mí pero no me moví, a la espera de su movimiento. Un suave beso en la mejilla, rozando los labios. Una tentación que gritaba porque la besara. La miré pero todo se quedó en eso, una mirada fija sin objeción, abrí la boca como si fuera a pronunciar palabra pero solo dejé el aire salir y volví la vista al solomillo. Era como la vía de escape en esos momentos, pero ya casi lo terminaba y deberíamos hablar. Antes de que pudiese pensar tema, ella lo sacó rauda y veloz.

-Si te lo digo ¿Dónde está la gracia?-pregunté buscando una salida, aunque era cierto. A lo mejor ya lo conocía pero me gustaba ir allí cuando no tenía nada mejor que hacer, cosa que en estos días aumentaba. Poco trabajo, poco movimiento y poco futuro. Terminé de comer y dejé los cubiertos sobre la mesa bebiendo un poco observándola por el rabillo del ojo mientras disimulaba que nada me importaba. Otra mentira. Lo cierto es que ella me importaba demasiado, por ello me volvía torpe al hablar, al actuar, siendo un completo gilipollas.

Miré alrededor y no vi a los polis, pero estaba atento. Mi idea era, que cuando me metiera en el cuerpo hacer entender que era un ladrón reformado y con el expediente limpio pese a que nunca había ido a prisión. Ellos me tenían en su lista, pero aún con un expediente viejo, ¿Quién no confiaría en un ladrón reformado con título de policía? Solo esperaba que todo saliese según lo planeado porque me jugaba el cuello.

Dejé las preocupaciones a un lado y me centré en ella, por algo se estaba arriesgando a estar conmigo por culpa de la autoridad y no quería que la pusieran en ninguna lista. Cuando terminé, pedí la cuenta al camarero, el cual fue corriendo a por ésta. Miré aquel sitio, sin demasiado entusiasmo, definitivamente, me negaba a llevarla al piso. No era un buen sitio para quedar y temía que huyese despavorida al ver la situación deplorable en la que me encontraba. Por suerte nadie de servicios sociales había acudido, aunque tal vez si pudiese quejarme por ello. Su respuesta: Búscate una casa mejor.

Cogí la cartera marrón que aguardaba en la mochila de deportes y saqué un par de billetes, solía costar eso cada vez que venía, por lo que no era de extrañar. Cuando el hombre la trajo, pagué y él me dio lo que sobraba, guardándolo. Si ella quería postre, ya la invitaría a helado más tarde. Eso era la mejor opción a todas.

-Pues tienes razón –contestó ella finalmente. Si, le estaba dando la razón y no era a punta de pistola.
Por alguna razón ella parecía mucho más tranquila en aquel momento, si realmente lo estaba o no… bueno, ese era un tema bastante diferente, pero al menos quería ponerle las cosas fáciles a él ahora que parecía estar intentando abrirse un poquito hacia los demás.

Abby terminó la ensalada que le habían traído. Desde luego no era demasiado, pero ella tampoco solía comer demasiado y mucho menos cuando estaba nerviosa porque entonces la comida solía sentarle francamente mal. Ella tenía un estomago bastante sensible  a decir verdad, quizás por eso el alcohol parecía estarle sentando un poco “mal”. Tenía las mejillas sonrojadas y los ojos un tanto más brillantes que normalmente, pero al menos hablaba y se comportaba con normalidad, aunque quizás sonriera más de lo que solía hacerlo.

-La próxima vez no hace falta que vayamos a cenar a un sitio así, yo con una hamburguesa o un ramen en cualquier parque soy la persona más feliz del mundo.

No quería decir que él se hubiera equivocado, simplemente es que no terminaba de ver al chico del todo cómodo en aquel sitio y prefería que el lo pasara bien, sin tener que contener su forma de ser… a las personas había que quererlas por lo que estas eran, no por lo que tú querías que fuera.

Cuando el pagó no dijo absolutamente nada. Ella hubiera podido pagar su parte perfectamente o incuso la de los dos, no era de esas chicas que creían que los chicos debían costarlas absolutamente todo… como creían la inmensa mayoría de las coreanas. Si no dijo nada fue porque nuevamente sintió que el podía sentirse un tanto incómodo con aquello.

-Bueno, tu dirás, guíame –añadió mientras volvía a ponerse la chaqueta y se colgaba el bolso al hombro. Ya que no quería decir cuál era la sorpresa sin duda era el hombre quien tendría que guiar.