Hasta la policía necesita salir un poco [Freya]

Si algo tenia en común Freya con aquel policía era que no podía disfrutar demasiado de tiempos de asueto. Ella no tenía horarios fijos, trabajaba por el día y por la noche siempre que salía algún cliente. Siempre estaba pendiente del teléfono por si acaso teniendo que dejar en más de una ocasión las cosas a medias cuando recibía alguna de aquellas fatídicas llamadas.

Con suerte aquella noche no pasaría igual y podría olvidarse un poco de un trabajo que, por desgracia, le acompañaba allí donde fuera. Si un hombre que se encontrara quería acostarse con ella y tenía una buena posición económica no estaba en su mano decirle que no. En ocasiones les daba su teléfono para que llamaran en otro momento y otras muchas veces terminaba en la habitación de un hotel con esos hombres o en su misma casa.

Aquella noche… estaba preciosa. Freya tenía un estilo muy propio para vestir consiguiendo resultar elegante y sexy sin que se notara de que trabajaba, después de todo hacía mucho que había dejado el acostarse con cualquiera que le ofreciera 20 dólares.

Aquella noche llevaba un sencillo vestido blanco ceñido al cuerpo en la parte inferior donde le cubría justamente hasta medio muslo. La parte del pecho sin embargo era más liviana y suelta y cubría los pechos (que no parecían necesitar de sujetador porque no lo llevaba) lo justo y necesario para que se vieran los bordes de estos y un escote bastante generoso en el centro.  Era atrevido sin duda pero por mucho que ella se moviera no enseñaba absolutamente nada, simplemente lo sugería.

El resto… era normal. Tacones altos, de aguja, la larga melena rubia suelta y un maquillaje muy natural focalizado sobre todo en los ojos donde si había utilizado el negro para hacer su mirada más intensa.
Así que cuando entró en el local no pudo evitar captar la mirada de unos cuantos hombres y algunas mujeres que se encontraban allí. No se preocupó ni les prestó atención, siquiera saludó a ninguno de ellos… simplemente caminó hasta la barra con firmeza terminando por ocupar un puesto al lado de Heinrich.

-Un Manhattan, como siempre.

Al camarero si le regaló una sonrisa. El la conocía perfectamente porque frecuentaba a menudo aquel local y por norma general siempre pedía lo mismo. Por otra parte era de las pocas personas allí presentes con las que podía hablar sin que se quisiera acostar con ella, lo cual era de agradecer sin duda. Pocas personas la veían como algo más que un trozo de carne… y era lo que más detestaba de su trabajo.

-Es una buena noche para estar aquí Diamond –contestó el camarero mientras atendía al hombre junto a ella y luego a la mujer, utilizando el nombre de trabajo de ella que sin embargo no le sonó demasiado mal- hay mucha gente.

-Aquí siempre hay gente, lo que importa es encontrar a gente interesante.

Las palabras del hombre hicieron que ella dejara escapar una pequeña y maliciosa sonrisa en la que solo curvó, apenas perceptiblemente, la comisura izquierda de los labios. Ya la primera frase sonaba a preopotencia, y no había nada más divertido que bajar a un idiota del burro cuando se creía el rey de la fiesta.
Sin embargo lo siguiente la confundió. El hombre no tenía cara de mala persona y cuando la piropeo parecía que lo hacía en serio y no solo con tal de llevarla a la cama… aunque si se notaba que sentía cierta atracción por ella.

-Hay quienes consideran que llamar guapa a una mujer para entrarla esta pasado de moda.

Sin embargo ella tomó asiento en el taburete de al lado cruzando las largas y perfectamente torneadas piernas con parsimonia, lo que hizo que la falda del vestido se deslizara por estas un poco más de lo que ya estaba.
Cuando el camarero dejó el Manhattan delante de ella sonrió delicadamente y tomó la copa de cristal con un par de dedos única y excusivamente para llevárselo a los labios y beber un poco. Después se repasó los labios con la puntita de la lengua  lentamente mientras no dejaba de mirarle.

-Y dime… ¿Vienes a menudo? Es la primera vez que te veo por aquí, y siempre me fijo en la gente guapa.

Aquel era un piropo, y aunque ella estaba acostumbrada a que sus palabras sonaran sinceras se las dijera a quien se las dijera gracias al paso de los años mintiendo… en aquella ocasión no lo hacía. Aquel hombre tenía algo… era atractivo y sus ojos claros desde luego parecían de buena persona… y buenas personas no había demasiadas en el mundo.

Dejó la copa sobre la barra y se pasó los dedos húmedos  de la bebida por el cuello de forma que parecía casual, pero agradeciendo aquel contacto frio.. que por otra parte causó una reacción muy clara en su cuerpo: los pezones se endurecieron perceptiblemente marcándose en la tela blanca del vestido.

-Bueno, me temo que el problema es que la mayoría de los hombres… no, espera, no debo decir eso – murmuró ella misma frenándose en mitad de la frase- la mayoría de las personas hablan defendiendo decir la verdad y mienten, o hablan para conseguir algo a cambio de esas palabras y así no puedes fiarte de nadie. En este caso lo más normal es que tú, con tus palabras, quisieras sexo.

Lo había dicho todo a la vez pero con una calma deliciosa, dejando que sus labios y su lengua expresaran cada palabra casi como si la estuvieran acariciando. Su madre decía que cuando ella hablaba así parecía que sus palabras eran de terciopelo.

Desde luego parecía alguien que decía las cosas a la cara, sincera, y que  no parecía tener problema al hablar frontalmente de eso: el sexo, un tema que en realidad muchas mujeres escondían pensando que se veía poco femenino o “de señorita” hablar de eso.  Ella creía que no había tema que pudiera hacerla más femenina.

-Por suerte mi trabajo me permite estar aquí una gran cantidad de tiempo- contestó con una sonrisa que desde luego era sincera pero… de la que el seguramente no podría adivinar el origen.

Simplemente le hacía gracia pensar en que lo que era diversión para muchos para ella era casi una obligación y que por lo tanto aquello de lo que muchas personas disfrutaban a ella le llegaba a parecer tedioso… ya fuera el sexo en si mismo o simplemente la fiesta.

La mano de ella se deslizó desde allí donde se encontraba a su propia rodilla, donde tamborileo con los dedos. Freya no llevaba medias y sin embargo su piel se veía pálida y suave como nácar, desde luego si la vista percibía aquello al tacto debía ser deliciosa.

-En cualquier caso, mi nombre es Diamond – Mintió, por supuesto- mi madre vivió la época hippie y le pareció divertido ponerme un nombre tan extraño como este.

Aquello no era del todo mentira: su madre siempre había sido algo hippie y fue quien le puso aquel nombre cuando ella comenzó a trabajar en el negocio de la prostitución. Era mejor darle aquel que ningún otro, después de todo Freya era su nombre real… y poca gente conocía a su yo real.